Santa Isabel de Hungría

Apocalipsis 3, 1-6. 14-22
Salmo 14, 2-5

Jesús entró en Jericó y atravesaba la cuidad.
Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: Se ha ido a alojar en casa de un pecador.
Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más.
Y Jesús le dijo: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

Para entender esta narrativa, es importante comprender la profesión de Zaqueo como jefe de cobradores de impuestos (publicanos). En Lucas los cobradores de impuestos representan a los marginados que estaban afiliados al imperio romano y de quienes Jesús se hace amigo. Trabajaban para los romanos en la recolección de impuestos, las tarifas de peaje y tasas. También empleaban a otros para cobrar impuestos, siempre con la esperanza de obtener una ganancia. Los judíos que trabajaban para los romanos eran vistos como deshonestos y cómplices del sistema colonial que abusaba del pueblo.

El hecho de que el cobrador de impuestos corriera y se trepara a un árbol muestra que de verdad tenía un gran deseo de ver a Jesús pasando por el camino. Sus acciones demuestran su propia urgencia, pero en otro nivel también demuestran la urgencia del reino de Dios por irrumpir en su mundo.

Jesús le dijo a Zaqueo que se apresurara a bajar del árbol, y se invitó a sí mismo a quedarse en su casa.  Al decir esto en público, enfrente de todos, declaró a la multitud que reconocía al cobrador de impuestos en su dignidad como persona. Jesús se había propuesto llevar honor a la casa del cobrador de impuestos, a quien la multitud veía como un marginado social, un pecador. Jesús subrayó que debía, que era necesario que se quedara en la casa de Zaqueo, sugiriendo tal vez un imperativo divino.

Cuando la multitud vio esto comenzó a quejarse con murmuraciones similares a las de los fariseos y los maestros de la ley. La multitud sólo podía ver al cobrador de impuestos como un pecador, pero Jesús vio a una persona digna. Al dirigirse a la multitud diciendo que había entrado a hospedarse en casa de un hombre pecador llevó a Zaqueo a levantarse y a dar la mitad de sus bienes a los pobres, y a prometer además que, si había defraudado a alguien, le devolvería cuatro veces más.

No sólo era que Zaqueo buscaba a Jesús, sino que también Jesús estaba buscando a Zaqueo. Zaqueo alcanza el amor de Dios mediante la búsqueda de Jesús. Al igual que el hombre ciego de ayer, él estaba determinado a ver a Jesús y no dejó que nada lo detuviera. Zaqueo se había alejado de Dios, y Jesús lo regresó a su lugar. No estaba perdido en el sentido de estar condenado; lo estaba en el sentido de haber perdido su lugar en el mundo. La salvación, pues, puede llegar a todas las personas, incluidos ‘cobradores de impuestos’. La historia de Zaqueo prueba que es posible hacer un cambio en la sociedad mediante un cambio en la mentalidad.


MÁXIMA
Dios puso su mirada en mí


Para reanimarme un poco, ponme, querido amigo, a los pies de nuestro buen Maestro, al comienzo de este nuevo año. Preséntale mi pobre corazón, para que ablande su dureza con la unción de su gracia y que lo caliente con su santo amor. Pídele, te suplico, a este divino Maestro que me desprenda de todo lo que no es Él… Adiós querido amigo, a Dios sólo, sí a Dios Sólo, siempre Dios Sólo. El resto no es nada. Todavía una vez, Dios sólo, Dios sólo” (Carta a Bruté de Remur, 1809)

El día es hoy, la hora ya.
Pronto, Jesús por mi vida pasarás.
Sé que tu amor es fuerte.
Quiero trepar y verte.

Ven a mi casa, a mi hogar
que hace tiempo guardo un lugar
y llevo dentro tantos deseos de conversar.
Ven a mi casa, a mi hogar,
que con vos se va a iluminar
y ese rincón oscuro y cerrado
se abre de par en par
y sea tuyo lo que es mío,
tuyo mi hogar.

No sé por qué, estoy aquí.
Quiero guardar tus ojos dentro de mí


porque miraste hondo,
lo comprendiste todo.

Él que me amó, sin despreciar
y me buscó y me vino a visitar.
Le devolvió a mis manos
un latido de hermano.