Virgen de la Medalla Milagrosa

Apocalipsis 15, 1-4
Salmo 97, 1-3. 7-9

Jesús dijo a sus discípulos: Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes. Se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en cielo.
Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados. Los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.
Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán.
Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.

Cuando pasan ciertas cosas, en la Iglesia y en el mundo, es lógico que nos preocupemos y suframos… Indudablemente vivimos tiempos difíciles. Es inútil lamentarse. Más inútil todavía, y más desastroso, querer ignorarlo como si todo marchara bien, o dejarse definitivamente aplastar como si nada pudiera superarse…

¡Qué necesario es en tiempos difíciles tener seguridad de que Jesús es el Señor de la historia, que permanece en su Iglesia hasta el final y que va haciendo con nosotros la ruta hacia el Padre! ¡Qué importante es recordar que precisamente para estos tiempos Dios ha comprometido su presencia!: “Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mc 16,15)

Hoy hacen falta más que nunca profetas de esperanza. Verdaderos profetas –hombres enteramente poseídos por el Espíritu Santo– de una esperanza verdadera. Es decir, hombres desinstalados y contemplativos que saben vivir en la pobreza, la fortaleza y el amor y que por eso se convierten en serenos y ardientes testigos de la Pascua. Hombres que nos hablan abiertamente del Padre, nos muestran a Jesús y nos comunican el don de su Espíritu. Hombres que saben saborear la cruz como san Pablo y por eso se arriesgan a predicar a sus hermanos que la única fuerza y sabiduría de Dios está en Cristo crucificado (1º Co 1,23-24).

La esperanza cristiana es activa y exige paciencia y fortaleza, porque en los tiempos difíciles abunda el miedo, la tristeza, el desaliento y se multiplica la violencia. Estos tiempos exigen fortaleza, en cuanto firmeza, constancia, perseverancia, y en cuanto compromiso activo, audaz y creador. Para cambiar el mundo con el espíritu de las bienaventuranzas, para construirlo en la paz, hace falta la fortaleza del Espíritu.

En los tiempos difíciles hay una fácil tentación contra la esperanza: Ponerse inútilmente a pensar en los tiempos idos o soñar pasivamente en que pase pronto la tormenta, sin que nosotros hagamos nada. Jesús nos invita a esperar contra toda esperanza, a que seamos constructores positivos de la paz, comunicadores de alegría y verdaderos profetas de esperanza. (Cardenal Pironio)


MÁXIMA
Jesús siempre estará con nosotros


Confiar en la misericordia es una razón para obtener misericordia. Dios es tan bueno, que se digna ver con agrado que reposemos sobre su infinita bondad: le gusta vernos dormir en su seno: nuestra paz es su gloria. Este pensamiento es muy consolador y el corazón cristiano que lo medita se siente maravillado. Sin embargo, es necesario, que la confianza en su amor no nos impida continuar haciendo constantes esfuerzos por adquirir las virtudes que nos faltan… (Memorial 13)

Nada te turbe,
nada te espante.
Todo se pasa.
Dios no se muda.

La paciencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene
nada le falta.
¡Sólo Dios basta!



ORACIÓN POR EL CAPÍTULO
Señor Jesús,
somos discípulas y discípulos tuyos que,
como Familia Menesiana del Cono Sur,
queremos caminar en actitud sinodal,
en un clima de constante discernimiento,
 para descubrir y responder a la invitación
que nos haces de colaborar contigo,
 anunciando tu Evangelio.

Señor Jesús,
conscientes de nuestra fragilidad,
ponemos confiados en tus manos,
los cinco panes y dos peces que tenemos
para que tú, desde tu sensibilidad,
los repartas, transformando
corazones, mentes, manos y pies,
y saciando el hambre de fraternidad.

Señor Jesús,
enséñanos tu modo de ser misión,
a mirar, como comunidades educativas,
compasivamente la realidad,
a tejer lazos de corresponsabilidad
que nos hagan más hermanas y hermanos
de tus predilectos, los pobres.
Amén