Isaías 35, 1-10Salmo 84, 9-14
Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presente algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para curar.Llegaron entonces unas personas transportando a un paralítico sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para llevarlo ante Jesús. Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, desde el techo, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús.Al ver su fe, Jesús le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: ¿Quién es éste que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: ¿Qué es lo que están pensando? ¿Qué es más fácil decir: «Tus pecados están perdonados», o «Levántate y camina»? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados –dijo al paralítico– yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa. Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios.Todos quedaron llenos de asombro y glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: Hoy hemos visto cosas maravillosas.
El paralítico del relato evangélico es un hombre hundido en la pasividad. No puede moverse por sí mismo. No habla ni dice nada. Se deja llevar por los demás. Vive atado a su camilla, paralizado por una vida alejada de Dios, el creador de la vida. Por el contrario, las personas que lo quieren de verdad se movilizan con todas sus fuerzas para acercarlo a Jesús. No se detienen ante ningún obstáculo hasta que consiguen llevarlo a “donde está Jesús”. Saben que Jesús puede ser el comienzo de una vida nueva para su amigo. Jesús capta en el fondo de sus esfuerzos “la fe que tienen en él” y, de pronto, sin que nadie le haya pedido nada, pronuncia esas cinco palabras que pueden cambiar para siempre una vida: “Hombre, tus pecados quedan perdonados”. Dios te comprende, te quiere y te perdona. Se nos dice que había allí unos escribas y fariseos, que estaban sentados. Se sienten maestros y jueces. No piensan en la alegría del paralítico ni aprecian los esfuerzos de quienes lo han traído hasta Jesús. Hablan con seguridad. No se cuestionan su manera de pensar. Lo saben todo acerca de Dios: Jesús “está blasfemando”. Jesús no entra en discusiones teóricas sobre Dios. No hace falta. Él vive lleno de Dios. Y ese Dios que es solamente Amor lo empuja a despertar la fe, perdonando el pecado y liberando la vida de las personas. El perdón de Dios, recibido con fe en el corazón y celebrado con gozo junto a los hermanos y hermanas, nos puede liberar de lo que nos bloquea interiormente. Con Jesús todo es posible. Nuestras comunidades pueden cambiar. Nuestra fe puede ser más libre y audaz.
MÁXIMALevántate y camina
Por último, el espíritu de la comunidad debe ser un espíritu de caridad y de unión. Sucederá, no lo dudemos, que entre nosotros también haya, y yo el primero, quien tenga necesidad de perdón. Pues bien, llevaremos con espíritu de caridad el peso los unos de los otros. Lejos, como nos ocurre frecuentemente, de irritarnos con los defectos de nuestros co-hermanos, pensemos en humillarnos por los nuestros, y tengamos con nuestros enfermos espirituales, las atenciones más delicadas y las más tiernas” (Sermón sobre el espíritu de la congregación)
¿Dime qué es lo que hace que un hombre abandone los vicios,recupere el juicio y reconozca su error?¿Dime qué es lo que hace que un joven olvide las cartas,respete a sus padres y viva mejor?¿Dime qué es lo que hace que una mujer cansada,con heridas tatuadas en su alma,recupere sus fuerzas y se arme de valor?Es el poder de Diosque cambia, que transforma,que da vida y restauray de lo más profundo al caído levanta;que te da nuevas fuerzas y te hace estar de pie.Es el poder de Diosque se manifiesta en aquel que se humilla,curando el dolor, sanando las heridas,y al que está perdido lo trae de muerte a vida..¡Es el poder de Dios!
ORACIÓN POR EL CAPÍTULO