Santa Lucía

Isaías 48, 17-19
Salmo 1, 1-4. 6

Jesús dijo a la multitud: ¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros: ¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron! Porque llegó Juan, que no come ni bebe, y ustedes dicen: ¡Ha perdido la cabeza! Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores. Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras.

Señor, quiero amarte y ser generoso en mi entrega diaria, pero muchas veces el miedo, las dudas, las inseguridades e incertidumbres, me cercan y me acosan.  Por eso, actúo como esos niños caprichosos que no se satisfacen con nada. Jesús, cuántas veces Tú, en persona, has venido en mis prójimos y yo te he rechazado, por no reconocerte. Haz que, en vez de jugar a caprichos, sea capaz de entrar en el juego de Dios.  

Juan ni comía ni bebía. Era un verdadero asceta. Vivía en el desierto y hacia grandes sacrificios. Jesús podía haber aceptado ese género de vida y ponerla como modelo para todos sus seguidores. Pero no lo hizo. El Hijo del Hombre come y bebe. Vive una vida normal y participa de los acontecimientos del pueblo. Llora con los que lloran porque han perdido un ser querido y se alegra y participa de las alegrías de una boda. 
Jesús es un místico. No pone la esencia de la religión en lo que el hombre hace y ofrece a Dios sino en el encuentro vivo con Dios su Padre en una íntima relación de amor y en el encuentro de amistad con los hombres, sus hermanos. No se cansa nunca de hablar de un Dios Padre que es maravilloso y que nos ama siempre, independientemente de lo que nosotros seamos. Podemos pecar una y mil veces y Él siempre está dispuesto a perdonarnos.  El sentirnos amados y perdonados por Dios, debe ser como una fiesta permanente entre nosotros.
Pero hay algunos que no se deciden por nada, no quieren la ascética de Juan ni la mística de Jesús. Y así malogran su vida.

Señor, quiero agradecerte todos los beneficios que tu inefable bondad me da cada día y en cada momento. Me siento abrumado por tanto derroche de amor. Yo quiero repartir con mis hermanos tu vida exuberante, tus detalles que tienes conmigo. Que yo sea detallista también con las personas con quienes convivo. Que mi vida sea sencilla, normal, sin milagros. ¿Puede existir milagro mayor que el milagro del amor?


MÁXIMA
Dios nos quiere sencillos y confiados.


En todos los tiempos, el Señor hace explotar su misericordia en nosotros. El hombre, recorriendo la historia de su vida, encuentra todos los momentos marcados por sus dones; no hay ninguna circunstancia en su vida, aun siendo criminal, en la que pueda decir que la gracia le ha fallado; pero hay circunstancias en las que los favores del cielo fluyen con más abundancia y donde la misericordia de Dios se agota, si se me permite decirlo así, en favor de sus criaturas. (Sermón sobre el jubileo)

Cuando el futuro veas incierto
y el temor debilite tu confianza,
recuerda que Dios está presente,
que nada escapa a su mirada.

El universo entero está en sus manos.
Nada sucede sin que Él lo sepa.
Aun los dolores Él los permite
para mayor bien de los que ama.

Aleja el temor,
grandes milagros hizo el Señor.
Ya venció a la muerte.
¡Resucitó!
Aleja el temor,
eleva tu mirada.
Tu guardián nunca duerme.
Tus pasos sostendrá.

Cuándo preocupaciones tengas
y los vientos arrecien con fuerza,
eleva tu mirada al cielo,
pide con fe que Dios siempre
te escucha.

Que nada la paz te quite,
porqué el Señor camina contigo.
De su poder no dudes nunca.
Mantente en pie siempre ante la lucha.