San Pedro Canisio

Cantar de los Cantares 2, 8-14
Salmo 32, 2-3. 11-12. 20-21

En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: ¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.
María dijo entonces: Mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz.

Inmediatamente después del evangelio de la anunciación del ángel Gabriel a María (Lc 1,26-28), Lucas coloca este relato de la visita de María a su parienta Isabel. Si no nos atenemos al mero relato, y lo trascendemos reflexionando sobre su significado, lo primero que salta a la vista es que la encarnación de Dios eN un ser humano, en Jesús, mueve a María a salir de casa, haciendo un largo viaje, desde Galilea hasta las montañas de Judea, para compartir su gozo y su alegría con la otra mujer importante en los evangelios de la infancia. ¿Qué nos dice esto?

La presencia de Jesús impulsa inmediatamente al encuentro, al diálogo, a compartir la felicidad que se vive, a contagiar la alegría. Por eso sin duda los saludos, los encuentros, se repiten en estos relatos iniciales del evangelio de Lucas (1,28-29; 40-41.44). El Dios de Jesús no es celoso. Ni nos separa ni nos divide. Y, mucho menos, nos aleja con los otros o nos enfrenta. Nos fundimos con Jesús en la medida en que nos fundimos con los otros. Aunque se trate de personas que están distantes y tengan culturas distintas.

La experiencia histórica nos dice que las religiones, las culturas, las diferencias de origen y patria, con frecuencia enfrentan a los individuos y a los pueblos. Todo lo que sea enfrentamiento y división entre los humanos, eso no viene de Dios. Ni nos lleva a Dios.  Lo que nos enfrenta a unos con otros, nos enfrenta también con Dios, con Jesús, con la humanidad. Lo primero que hizo Jesús, en cuanto vino a este mundo, fue motivar a las personas a la unión, a las mejores relaciones humanas, a la estima y el elogio mutuo. (“eulogemene”, “eulogménos”) (Lc 1,42). Solo así podremos cambiar este mundo. Y hacerlo más habitable.


María Santísima decía hablando de sí misma: Miró la pequeñez de su servidora, el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas; así pues, si queremos que el Señor haga en y por nosotros grandes cosas, necesitamos que vea en el fondo de nuestro corazón una verdadera y sincera humildad. Sin esto no seríamos apropiados para sus planes, y nos rechazaría con desprecio. (Sermón sobre la humildad)  

Desde el día en que Gabriel se me anunció,
te he esperado con el corazón en llamas.
Al principio todo fue contradicción,
pero vi la luz, encontré tu luz, mi Jesús.

Ya no siento frío,
Ahora ya estás en camino,
muy pronto estarás conmigo.
Te prometo que jamás yo dejaré
que algo te falte,
aunque no entienda el destino,
siempre encontrarás mi abrigo.
Soy tu Madre, siempre voy a estar ahí.
Estoy aquí.

Aunque el Mundo no te quiera comprender,
Tú has venido a mostrar qué es ser amado.
Desde hoy por siempre yo te cuidaré,
Te acompañaré, allá donde estés, yo estaré.

Y jamás olvides,
que serás siempre mi Niño,
que lo tuyo es lo mío,
que el camino que Tú vas a recorrer
lo harás conmigo.
Cuando esté todo perdido
y el calor se vuelva frío,
piensa que tu Madre siempre estará ahí.
Estoy aquí. 

Por fin te puedo abrazar.
Hoy mi vida ha comenzado desde cero.
Tus ojos puedo mirar.
Y ahora entiendo bien qué es la felicidad.
Desde lejos llegarán.
Eres mi Niño especial.
Te adorarán.
Es Navidad.

Oh, es Navidad, oh es Navidad…
Es Navidad, Es Navidad…

Siempre voy a estar junto a Ti.
Aquí estoy, siempre estaré
Encontrarás siempre un lugar seguro en mí.
Seré tu hogar siempre aquí.
Si te caes te levantaré,
si te pierdes te guiaré.
Aquí siempre podrás volver.
Es Navidad