Primera lectura: Eclesiástico 24, 1-2. 8-12Salmo: 147, 12-15.19-20Segunda lectura: Efesios 1, 3-6.15-18
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.Al principio estaba junto a Dios.Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.Él no era luz, sino el testigo de la luz.La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.Juan da testimonio de él, al declarar: «Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo».De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
Al abrir el evangelio de Juan, el Prólogo es lo primero que encontramos, pero fue lo último en escribirse. Es el resumen final, puesto en el comienzo. En él, Juan describe “el caminar” del Verbo (la Palabra) de Dios. Ella estaba junto a Dios, desde antes de la creación y por medio de ella todo fue creado. Todo lo que existe es expresión de la Palabra. Como Sabiduría de Dios, la Palabra quiso llegar a nosotros y se hizo carne en Jesús. Vino a nosotros, vivió entre nosotros, realizó su misión y volvió a Dios. Jesús es esta Palabra de Dios. Todo lo que dice y hace es revelación del Padre.Juan, con la expresión «en el principio era la Palabra«, evoca la primera frase de la Biblia: «En el principio Dios creó el cielo y la tierra». Dios creó todo por medio de la Palabra. Todas las criaturas son una expresión de la Palabra. Esta Palabra viva de Dios, presente en todas las cosas, brilla en las tinieblas. Las tinieblas intentan apagarla, pero no lo consiguen. La búsqueda de Dios, siempre nueva, renace en el corazón humano. Nadie consigue ahogarla por mucho tiempo.Juan Bautista vino para ayudar al pueblo a que descubriera y saboreara esta presencia luminosa y consoladora de la Palabra en la vida. El testimonio de Juan el Bautista fue tan importante, que mucha gente pensaba de él que era el Cristo (Mesías). Por eso, el Prólogo aclara: «¡Juan no era la luz, vino para dar testimonio de la luz!».Así como la Palabra de Dios se manifiesta en la naturaleza, en la creación, asimismo se manifiesta en el «mundo», esto es, en la historia de la humanidad y, en particular, en la historia del pueblo de Dios. Pero el “mundo» no reconoció ni recibió la Palabra: «vino a los suyos, pero los suyos no la recibieron».Juan, cuando habla del mundo, quiere indicar el sistema político, religioso y económico de la época, encerrado en sí mismo y por ello, incapaz de reconocer y recibir la Buena Nueva (Evangelio), la presencia luminosa de la Palabra. Pero las personas que aceptan la Palabra, se vuelven hijos e hijas de Dios, no por propios méritos, ni por ser de la raza de Israel, sino por el simple hecho de confiar y creer que Dios, en su bondad y en el poder de su gracia.Dios quiere estar con nosotros. Por esto, su Palabra se aproximó más aún y se hizo presente en medio de nosotros en la persona de Jesús. El Prólogo dice literalmente: «La Palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros».Antiguamente, en el tiempo del éxodo, en el desierto, Dios vivía en una tienda en medio del pueblo. Ahora, la tienda donde Dios mora con nosotros, es Jesús, «lleno de gracia y de verdad». Jesús vino a revelar quién es Dios, que está presente en todo, desde el comienzo de la creación. Jesús revela al Padre y el Padre se revela en Jesús.Para Juan María de la Mennais la escuela y la dinámica que se vive en la escuela es la gran reveladora de Jesús. Sus escuelas han sido fundadas para dar a conocer y amar a Jesucristo. Los educadores que han hecho experiencia de la presencia actuante de Jesús en el Templo de la escuela son los invitados a compartir su conocimiento experiencial y su amor por Jesucristo y a tejer relaciones de reino con los estudiantes. Lo mejor que nos pasó fue encontrarnos con Jesucristo y lo mejor que podemos hacer es darlo a conocer, pues como menesianos estamos llamados a ser manifestación del rostro amoroso de Dios en medio de los niños y jóvenes que nos son confiados.
El Padre y el Hijo: son lazos de amor los que los unen. El Hijo (la Palabra) vive en el Padre, como el Padre vive en el Hijo. En este tiempo de la historia el Padre habló y dijo al Hijo. Ahora el Padre permanece en silencio, pues ya ha dicho todo lo que tenía para decir: dijo a su Hijo. El Hijo revela al Padre, por eso el que ve al Hijo ve al Padre. Padre e Hijo se revelan mutuamente.
Veremos a Dios, es decir, al mismo Dios presente en nosotros, paseándose en nuestro corazón como dice la bella expresión de la Sagrada escritura, nos inundará de luz y nos alimentará de la pura substancia de la verdad eterna. Es decir que su verbo se convertirá en nuestro verbo y nuestra palabra interior. Es decir, que Dios nos hará ver, en su propia esencia, con clara visión, la equidad de sus juicios, las maravillas de su sabiduría, la magnificencia y la armonía de sus obras, los secretos de su Providencia, el encadenamiento de sus decretos, el acuerdo de sus atributos, en una palabra, sus propios pensamientos y el fondo de sus profundos misterios.
Nuestro barro brilla luminoso,nuestra carne canta estremecida,nuestra historia no es irreparable,nuestra muerte no es definitiva.El Verbo se hizo Carney puso su morada entre nosotros.Jesús, Señor, el Emmanuel:tu amor salva nuestra vida.Nuestras penas encuentran tu consuelo,nuestra soledad tu compañía,tu perdón funde mi pecado,tu ternura sana las heridas.El Verbo se hizo Carney puso su morada entre nosotros.Jesús, Señor, el Emmanuel:Tu amor salva nuestra vida.Nuestra búsqueda tiene tu horizonte,nuestro anhelo se llena de esperanza,nuestros sueños encierran mil promesas,se sacian los deseos y se ensanchan.El Verbo se hizo Carney puso su morada entre nosotros.Jesús, Señor, el Emmanuel:tu amor salva nuestra vida.Jesús, Señor, el Emmanuel:tu amor salva nuestra vida.