Imágenes de Jesucristo


“Sí, lo espero, van a llegar a ser lo que no han sido hasta ahora, verdaderos cristianos, cuyas palabras serán siempre castas, o mejor, cuya conversación estará en el cielo, como se expresa el apóstol, cuya vida entera no será más que una imagen, una copia viviente de la vida de Jesucristo. Permanecerán firmes en la fe, inamovibles en sus resoluciones. De ahora en adelante no tendremos ya que lamentar la inconstancia de ustedes”. (Sermón sobre la fidelidad a la gracia)

Señor, que puedas encontrar en nosotros
todas las perfecciones de tu Hijo,
que seamos,
en la medida que nos lo permita la humana debilidad,
revestidos de Jesucristo,
que sigamos a Cristo en todos sus caminos,
que juzguemos todas las cosas como Él las juzga,
que amemos lo que Él ama,
que despreciemos lo que él desprecia,
que todos nuestros pensamientos
sean conformes a sus pensamientos
y que seamos su imagen viva. (JMLM)

Quiero hablar de un amor infinito
que se vuelve niño, frágil.
Amor de hombre humillado.
Quiero hablar de un amor apasionado.

Con dolor carga nuestros pecados,
siendo Rey se vuelve esclavo.
Fuego de amor poderoso,
Salvador, humilde, fiel, silencioso.

Amor que abre sus brazos de acogida.
Quiero hablar del camino hacia la vida.
Corazón paciente, amor ardiente.
Quiero hablar de aquél
que vence a la muerte.

Quiero hablar de un amor generoso
que hace y trae amor a todos,
buscándonos todo el tiempo,
esperando la respuesta al encuentro.

Quiero hablar de un amor diferente,
misterioso, inclaudicable;
amor que vence en la cruz,
Quiero hablar del corazón de Jesús.

Antífona 1
Que tu vida entera sea una imagen, una copia viviente de la vida de Jesucristo.

Salmo 70
Tú, Señor, fuiste mi esperanza desde mi juventud

A ti, Señor, me acojo: 
no quede yo derrotado para siempre; 
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, 
inclina a mí tu oído, y sálvame. 

Se tú mi roca de refugio, 
el alcázar donde me salve, 
porque mi peña y mi alcázar eres tú. 

Dios mío, líbrame de la mano perversa, 
del puño criminal y violento; 
porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza 
y mi confianza, Señor, desde mi juventud. 

En el vientre materno ya me apoyaba en ti, 
en el seno tú me sostenías, 
siempre he confiado en ti. 

Muchos me miraban como a un milagro, 
porque tú eres mi fuerte refugio. 
Llena estaba mi boca de tu alabanza 
y de tu gloria, todo el día. 

No me rechaces ahora en la vejez, 
me van faltando las fuerzas, no me abandones; 
porque mis enemigos hablan de mí, 
los que acechan mi vida celebran consejo; 
dicen: «Dios lo ha abandonado; 
persíguelo, agárralo, que nadie lo defiende». 

Dios mío, no te quedes a distancia; 
Dios mío, ven aprisa a socorrerme. 
Que fracasen y se pierdan 
los que atentan contra mi vida, 
queden cubiertos de oprobio y vergüenza 
los que buscan mi daño. 

Yo, en cambio, seguiré esperando, 
redoblaré tus alabanzas; 
mi boca contará tu auxilio, 
y todo el día tu salvación. 
Contaré tus proezas, Señor mío, 
narraré tu victoria, tuya entera. 

Dios mío, me instruiste desde mi juventud, 
y hasta hoy relato tus maravillas, 
ahora, en la vejez y las canas, 
no me abandones, Dios mío, 

hasta que describa tu brazo 
a la nueva generación, 
tus proezas y tus victorias excelsas, 
las hazañas que realizaste: 
Dios mío, ¿quién como tú? 

Me hiciste pasar por peligros, 
muchos y graves: 
de nuevo me darás la vida, 
me harás subir de lo hondo de la tierra; 

acrecerás mi dignidad, 
de nuevo me consolarás; 
y yo te daré gracias, Dios mío, 
con el arpa, por tu lealtad; 

tocaré para ti la cítara, 
Santo de Israel; 
te aclamarán mis labios, Señor, 
mi alma, que tú redimiste; 

y mi lengua todo el día 
recitará tu auxilio, 
porque quedaron derrotados y afrentados 
los que buscaban mi daño.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1
Que tu vida entera sea una imagen, una copia viviente de la vida de Jesucristo.


Antífona 2
Es necesario nada menos que tomar al Santo de los santos como modelo y llegar a ser semejantes a él.

1° Cántico del siervo sufriente

Miren a mi siervo, a quien sostengo;
mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él he puesto mi espíritu,
para que traiga el derecho a las naciones.

No gritará, no clamará,
no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará,
y la mecha vacilante no lo apagará.

Promoverá fielmente el derecho,
no vacilará ni se quebrará,
hasta implantar el derecho en la tierra,
y sus leyes que esperan las islas.

Así dice el Señor Dios,
que creó y desplegó los cielos,
consolidó la tierra con su vegetación,
dio el respiro al pueblo que la habita
y el aliento a los que se mueven en ella:

«Yo, el Señor, te he llamado con justicia,
te he tomado de la mano,
te he formado, y te he hecho
alianza de un pueblo, luz de las naciones.

Para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la prisión,
y del encierro a los que habitan las tinieblas.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2
Es necesario nada menos que tomar al Santo de los santos como modelo y llegar a ser semejantes a él.


No nos engañemos. No es suficiente para ser santos evitar el mal, también los paganos lo evitan. Es necesario practicar el bien, y ¿qué bien? Todos los bienes juntos, es decir, todas las virtudes cristianas, puesto que, para ser verdaderamente santos, es necesario nada menos que tomar al Santo de los santos como modelo y llegar a ser semejantes a él. Semejanza que comienza en la tierra, donde siempre será imperfecta, pero que se acaba y se consuma en el cielo.

Toda otra santidad no es más que imaginaria. Y cuando Dios dice que quiere nuestra santificación, es como si dijera que quiere encontrar en nosotros todas las perfecciones de su Hijo, que seamos en cierto modo, en la medida que lo permita la humana debilidad, revestidos de Jesucristo, como dice el apóstol, que sigamos a Cristo en todos sus caminos, que juzguemos de todas las cosas como él las juzga, que amemos lo que él ama, que despreciemos los que él desprecia, que odiemos lo que él odia, en una palabra, que todos nuestros pensamientos sean conformes a sus pensamientos y que seamos su imagen viva. (Sermón 575. La perfección)

Antífona
Nadie se salvará si no es conforme a su imagen: “nos predestinó a ser imágenes de su Hijo”. ¿Qué hay de extraño que estemos obligados a vivir como ha vivido aquél que ha muerto por nosotros?

Bendito es el Señor

Bendito es el Señor, nuestro Dios
que visita y redime a su pueblo.
Su presencia está viva en nosotros
su promesa perdura en el tiempo.

Él será salvador de los hombres
nos libera de toda opresión,
manteniendo vigente en nosotros
la palabra que él mismo nos dio.

El Señor quiere vernos alegres
sin tristeza, ni pena o dolor,
quiere hacer una tierra más justa
que le sirva cantando su amor.

Tú serás elegido el profeta
que prepare el camino del Señor,
proclamando que viene a salvarnos
anunciando a los hombres perdón.

Nacerá un nuevo sol en el cielo
y su luz a nosotros vendrá.
Guiará al que vive entre sombras
por un nuevo sendero de paz.

Antífona
Nadie se salvará si no es conforme a su imagen: “nos predestinó a ser imágenes de su Hijo”. ¿Qué hay de extraño que estemos obligados a vivir como ha vivido aquél que ha muerto por nosotros?

A cada intención respondemos:

Señor, que seamos tu imagen viva

-. Que nos dejemos trabajar por el Espíritu.

-. Que nuestras actitudes reflejen tus actitudes.

-. Que nuestros pensamientos sean conformes a tus pensamientos.

-. Que nuestros sentimientos sean tus sentimientos.

-. Que la humildad nos sea tan querida como lo fue para vos.

-. Que nuestros predilectos sean tus predilectos.

Oh Dios, cuando dices que quieres nuestra santificación, es como si dijeras que quieres encontrar en nosotros todas las perfecciones de su Hijo, que seamos en cierto modo, en la medida que lo permita la humana debilidad, revestidos de Jesucristo, como dice el apóstol, que sigamos a Cristo en todos sus caminos y seamos su imagen viva. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.