Hebreos 4, 12-16 Salmo 18, 8-10.15
Jesús salió nuevamente a la orilla del mar. Toda la gente acudía allí, y él les enseñaba.Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: Sígueme.Él se levantó y lo siguió.Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos.Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: ¿Por qué come con publicanos y pecadores?Jesús, que había oído, les dijo: No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
Marcos no silencia el hecho de que Jesús andaba con “gente de mala fama”. Debió será algo habitual en él, ya que la autoridad religiosa le reprocha con vehemencia que compartiera la mesa con publicanos y pecadores. A la acusación, Jesús responde con ironía: “los justos” no pueden ser llamados, pues su misma imagen les impide reconocer su necesidad.En cuanto nos descuidamos, en nuestras relaciones funcionamos a partir de etiquetas. Sabemos que la mente es una fábrica de etiquetar, porque eso mismo es lo que significa pensar: atribuir un nombre y una forma a todo lo que aparece ante nosotros, es decir, juzgar y etiquetar. Ahora bien, en cuanto nos dejamos llevar por ello, ya no vemos a la persona, sino a lo que esa determinada etiqueta contiene. Solo validamos los pensamientos que tenemos sobre esa persona.La etiqueta reduce a la persona a objeto y anula así incluso la capacidad de que pueda sorprendernos. Nos decimos de ante manos lo que podemos esperar de ella y nos cerramos a cualquier posibilidad de cambio. De este modo, la empobrecemos y nos empobrecemos. La misma relación se objetiva y, por tanto, se despersonaliza. El otro no es “tú” que me complementa, me enriquece y me sorprende, sino un “ese” del que ya sé que puedo o no puedo esperar, o incluso del que tengo que defenderme porque lo percibo como amenaza. Pocas veces reparamos en el hecho de que el otro es nuestro espejo, y que todo aquello que proyectamos en él refleja, de alguna manera, algo nuestro que no terminamos de reconocer ni de aceptar. Eso significa que el rechazo hacia el otro esconde un rechazo (quizá inconsciente) hacia nosotros mismos. ¿Cómo veo a los otros?
Al primer movimiento que el pecador haga hacia mí, por alejado que se encuentre todavía, yo lo veo, y todo mi corazón se llena de compasión. No sólo le espero, corro hacia él para abrazarlo fuertemente en mi seno. Él se acusa, se humilla, es suficiente. Ni un solo reproche saldrá de mi boca. Le daré a gozar de la paz, y lo vestiré con vestido nuevo, vestido de inocencia, de la que se había desprendido al abandonarme. Le pondré un anillo en el dedo, haré con él una alianza nueva; llamaré a todos mis servidores, mis santos, mis Ángeles, para celebrar la vuelta del que estaba perdido y ha sido encontrado, del que estaba muerto y vive. Y habrá tanta más alegría en el cielo por este pecador convertido que por los noventa y nueve justos que no necesitan penitencia. (Sermón sobre el hijo pródigo)
Señor de los afligidos,Salvador de pecadores,mientras aquellos señoresde solemnes encintados,llevan al templo sus dones,con larga cara de honrados.Ay que me gusta escuchartecuando les dices:‘la viuda, con su moneda chiquitaha dado más que vosotros,porque ha entregado su vida’.Señor de las Magdalenas,pastor de samaritanos,buscador de perlas finasperdidas en los pantanos,cómo te quedas mirandocon infinita tristezaal joven que te buscabay cabizbajo se aleja,por quedar con su dinero.¡Ay, qué difícil que pasepor esta aguja un camello!Amigo de los humildes,confidente de los niños,entre rudos pescadoresescoges a tus ministros;parece que todo fueraen tu Evangelio sorpresa;Dices: ‘felices los mansosy los que sufren pobreza;bendito son los que lloran,los sedientos de justicia,dichosos cuando os maldigan’.‘Es hijo de los demonios’,los fariseos decían,‘se mezcla con los leprososy con mujeres perdidas,el sábado no respeta.¿Dónde vamos a pararsi ha decidido sanara toda clase de gente?¡Es un hombre subversivo!Ante tanta confusiónyo me quedo con lo antiguo.Ellos miraban al cieloy Tú mirabas al hombre,cuando apartado en el montete entregabas a la oración;sólo buscabas a Dios,a tu Padre Santo y justo;en el secreto nombrabas,para que Tú los sanaras,al hombre uno por uno,y lo que el barro manchabatus ojos lo hicieron puro.