San Vicente – Beata Laura Vicuña

Hebreos 7, 1-3.15-17  
Salmo 109, 1-4  

Jesús entró en una sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo.
Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: Ven y colócate aquí delante.
Y les dijo: ¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?
Pero ellos callaron.
Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano.
Él la extendió y su mano quedó curada.
Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.

Ayer fue la declaración de Jesús de que él es Señor del mundo, usando la tradición que seguían los judíos sobre el ‘sabbat’. Hoy sigue con el tema del sábado, refiriéndose al propósito que tiene ese día de descanso, que fue pensado para el bienestar de los hombres y no como una carga.
Debemos agradecer al pueblo elegido la guarda de un día de reposo cada 7 días. Eso fue un gran logro para la sociedad humana, sobre todo para la clase trabajadora. En otras sociedades de la época el trabajo era continuo. Fue tal la relevancia que el pueblo judío dio a este día, que pasó a la cultura cristiana sin mayores problemas. Nosotros lo cambiamos al domingo, día del Señor, pero seguimos con esa idea original de descanso, que tanto bien nos hace.

Pero a los judíos se les había ido la mano, llenándolo de prohibiciones, algunas ridículas, que complicaban la vida de la gente común. Y además tenían como un cuerpo de policía, el grupo de los fariseos, siempre atentos a la observancia de la leyes y buenas costumbres y dispuestos a denunciar cualquier transgresión. Aquí están atentos a lo que pueda hacer Jesús con un hombre con la mano paralizada. Saben de la sensibilidad del Maestro ante esas situaciones. No les interesa el hombre aquél.
No han ido a la sinagoga a aprender y alabar a Yahveh. Hacen lo que el salmista siglos antes veía en algunos de sus contemporáneos: «El malvado está al acecho del justo con la intención de matarlo» (S. 37,32)

Según Lucas la mano paralizada era la derecha, la del trabajo. En una época de trabajo manual duro y sin asistencia social, para un hombre adulto sin su mano derecha, debe haber sido difícil mantenerse y mantener una familia. Este hombre sin embargo va a la sinagoga, para alabar a Dios o porque sabe que va a estar Jesús. No pide nada, simplemente está allí. Jesús lo coloca como centro de todas las miradas al llamarlo a que se adelante.

El Jesús siempre amable, indulgente y suave, indudablemente no es el presentado por Marcos. Se ofusca al ver la cerrazón del corazón de esos fariseos tan conocedores de la Ley de Yahveh en su letra, pero no en su espíritu. El propósito de la ley del ‘sabbat’ era que las manos de los hombres pudiesen descansar y recobrar fuerzas para continuar trabajando. No fue establecido para prolongar su incapacidad para trabajar.

Ninguna ley de Dios puede eximirnos de cumplir con el mandamiento principal del amor a los demás.
Ir a una celebración religiosa para estar atentos a lo que hagan los demás para juzgarlos, es no haber entendido nada de Dios. Ojo que podemos estar más al servicio de la ‘ley de Dios’ que de Dios mismo… (Ideas de Escuela bíblica, Siguiendo al Maestro)


Procurar no perder esa libertad de espíritu, esa amable y dulce libertad de los hijos de Dios sin la cual no se hace nada bien. Para conservarla hay que unirse estrechamente a Dios, andar en su presencia con un corazón en el que reine la paz. (Memorial 16)