Hebreos 10, 32-39 Salmo 36, 3-6.23-24.39-40
En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.Dijo también: ¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra.Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
Señor, dame la gracia de la humildad. Soy muy poca cosa. Algo así como una pequeña semilla. No quiero presumir ni de un gran árbol, ni de un pequeño arbusto. Soy una semilla pequeña, insignificante, pero con un gran poder interno que no es mío, que Tú mismo me has dado. Dame hoy la gracia de aceptarme como soy: pequeño como una semilla, pero con muchas posibilidades, si te dejo a ti el lugar que te corresponde.El reino de Dios irrumpe. Nos trasciende y nos desborda. Esa trascendencia creadora de Dios es primordial para entender el evangelio. Ciertamente la semilla necesita buena tierra, pero hay alguien invisible que la cuida. “la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo”. Ciertamente hay algo misterioso y que únicamente podremos descubrir con una mirada “contemplativa”.Una mujer que ha quedado embarazada, ¿qué sabe de biología, de ciencias naturales? Y, sin dejar su trabajo ordinario, ella no es consciente de ese maravilloso taller que lleva dentro. Se está construyendo la maravilla del ojo, del oído, del corazón, del cerebro…de la persona. Y todo “sin saber cómo”.Decía Jesús: ¡Miren cómo crecen los lirios en la primavera! No crecen porque esté ahí el agricultor, tirando de ellos. Crecen con toda su belleza con la caricia del aire, con la caricia del sol, con la caricia del agua, con la caricia de Dios. Hay que dejarse trabajar por Dios.El agricultor, después de haber depositado la semilla, se ha ido tranquilo a descansar. Y está seguro que, al tiempo de la siega, habrá cosecha. Y cuando Dios mete sus manos divinas y amorosas, aunque sea en la tierra y el barro, sabe hacer cosas primorosas. Me pregunto: ¿Quién soy yo? Un bello poema de Dios.Señor, hoy quiero agradecerte tu presencia oculta y escondida, pero eficaz y misteriosa en la Naturaleza. Que sepa admirarte y decirte con el salmista: ¡Señor, Dios nuestro, ¡Qué admirable eres en toda la tierra! Que sepa también descubrirte vivo y presente en mi corazón. Que mi oído interno sepa escuchar el latido de tu corazón cerca del mío.
Sea lo que sea esperemos que las semillas que se han sembrado ahora en el fondo de los corazones, permanezcan durante un cierto tiempo y que quizás un día germinen y se desarrollen gracias a los cuidados de aquellos a quienes se ha confiado cultivar esta pobre tierra. (Carta a Querret, 16-02-18)
Como semilla pequeñaen manos de los pobres,como el trigo que germinaen las sombras de la noche.Tu reino en nuestras manosagita nuestro espírituy nos lleva por caminosde luchas y esperanzas.Tu voz es nuestro canto,tu grito es la palabra que palpita,en el corazón ardiente de tu pueblo,creadores de la historia,testigos de tu Reino.Danos tus manos durasy seremos una fuerza;danos tu voz valientey seremos grito viviente.Danos tus pasos firmespara abrir nuevos caminos,danos tu amor sinceropa’ crear un mundo nuevo.Ven junto a tu pueblo,Señor, con nosotros.Llevamos tu regaloen vasos de barro.Porque nada tenemos,estamos esperandoque tus manos nos agarren,para seguir andando.