Hebreos 10, 11-18 Salmo 109, 1-4
Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla.Él les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba:¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar. Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó. Otra cayó entre las espinas; éstas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto. Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno. Y decía: ¡El que tenga oídos para oír, que oiga!Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor de él junto con los Doce, le preguntaban por el sentido de las parábolas.Y Jesús les decía: A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola, a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón.Jesús les dijo: ¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas las demás?Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos. Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría; pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre espinas: son los que han escuchado la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias penetran en ellos y ahogan la Palabra, y ésta resulta infructuosa. Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno.
El Evangelio nos presenta una parábola del todo conocida, pero que siempre nos puede comunicar con novedad y fuerza la acción de Dios; se trata de La parábola del “sembrador”.Se podría mirar este texto desde el punto de vista de los que ponen dificultades a la escucha y acogida de la Palabra, pero también se puede mirar desde el lado positivo. A pesar de todas las dificultades, la Palabra de Dios, su Reino, logra dar fruto, y a veces abundante. Dará frutos al final de los tiempos, pero también ahora; en nuestra historia.Con los dos sentidos se nos enseña a considerar la libertad y la capacidad de elegir o rechazar la Palabra de Dios. La Buena Noticia es aceptada de diversas formas: sin mayor compromiso, con superficialidad, con atención o con gran apertura y generosidad. El texto nos habla de la generosidad y apertura en el anuncio, de superar el actuar por cálculos mezquinos y de operar con los criterios de Buena Nueva, porque en todos hay “semillas del Reino”. Siempre debemos estar atentos a que el Señor siembra su Palabra, pues él espera nuestra respuesta.La semilla que Dios planta es siempre eficaz y llena de fuerza. Pero ¿cómo está la tierra de nuestro corazón? ¿Qué es lo que impide a la Palabra de Dios producir todo su fruto en nosotros? ¿Las preocupaciones, la superficialidad, las tentaciones del ambiente? ¿Qué clase de campo es nuestro corazón? (Boosco)
Me parece que la gracia de mi Dios desciende sobre sus almas como un rocío de luz y que comienzan a abrirse para recibir la semilla preciosa que vamos a sembrar en ellas. ¿No es cierto, hijos míos, que no se van a cerrar? (Sermón para apertura del retiro del colegio, 3-11-1817)