Nuestra Señora de Lourdes


Génesis 1, 20- 2,4
Salmo 8, 4-9

Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce.
Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús:  ¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?
Él les respondió: ¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres.
Y les decía: Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte. En cambio, ustedes afirman: ‘Si alguien dice a su padre o a su madre: declaro «corbán» –es decir, ofrenda sagrada, ya no le permiten hacer más nada por su padre o por su madre. Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!

El culto que Dios quiere es en verdad y de corazón. Así lo refleja este fragmento de Marcos, cuando unos fariseos le recriminan a Jesús que no amonesta a sus discípulos por no respetar la limpieza ritual del lavado de manos antes de comer. Jesús entonces les recuerda a estos fariseos su dureza de corazón y su hipocresía: Dejan de lado el mandamiento de Dios del amor para aferrarse a la tradición de los hombres.

Jesús les recrimina además otras prácticas de tradición egoístas como la fórmula “qorbán” (don ofrecido a Dios, a través del Templo, para retener la posesión del patrimonio y del dinero propio), y así eludir la atención, el respeto y amor por el padre y la madre, que Dios nos manda. Priorizan enriquecer el culto del Tempo y olvidan el mandamiento de Dios del respeto por los padres.

Jesús respeta las leyes de Moisés aunque con su actitud expresa que están llegando a su fin. El verdadero culto no se dará en el Templo, sino que se manifestará en espíritu y verdad. Es lo que Jesús nos pide: Comprometernos con Dios sin miedo, sin mantener parcelas de nuestra vida privada al margen de Dios. Cuando somos conscientes de que todo lo que tenemos nos viene de Dios, el egoísmo, la usura, acaparar o retener con temor no pueden estar en nuestra identidad, sino la disposición de san Pablo: ‘Todo lo puedo en aquel que me conforta’. Un espíritu y un ánimo abierto a la voluntad de Dios.

Somos creaturas de Dios y transitamos este mundo como peregrinos del mismo. Pero nuestro destino tiene una dimensión diferente de las criaturas y realidades que nos rodean. Debemos reflexionar sobre nuestra dependencia de Dios y nuestra vocación como garantes de esa creación “que era buena”.

El papa Francisco nos hace una seria advertencia en la “Laudato si” para que no perdamos de vista nuestra obligación de respetar esta naturaleza bien construida por Dios, para mantener un equilibrio y disfrute de todas las creaturas que participamos en este mundo, y nos invita a promover una ecología inclusiva, que haga posible la supervivencia de los pueblos y las personas.
Que estemos abiertos a Dios y a cultivar el amor entre los hermanos en la nueva creación. (Padre Oscar Salazar)


¡Oh, Jesús! Ven a enseñarme que ese Dios tan grande, tan poderoso es también nuestro amigo, que quiere que lo llamemos Padre. Ven a hablarnos de esta buena Providencia que cuenta los cabellos de nuestras cabezas, que nos sostiene y nos alimenta. Que nos lleva en su seno, como una tierna madre lleva en sus brazos al hijo que ama. Ven a instruirnos del culto que debemos dar a este Padre de misericordia” (Sermón sobre la fe)

Maravillas hizo en mí;
mi alma canta de gozo
pues al ver mi pequeñez
se detuvieron sus ojos.
Y el que es Santo y Poderoso
hoy aguarda por mi sí.
Mi alma canta de gozo.
Maravillas hizo en mí.

Maravillas hizo en mí;
del alma brota mi canto.
El Señor me ha amado
más que a los lirios del campo.
Por el Espíritu Santo,
Él habita hoy en mí.
No cese nunca mi canto.
Maravillas hizo en mí.