San Benigno de Todi

Génesis 2, 18-25
Salmo 127, 1-5

En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Entró en una casa procurando pasar desapercibido, pero no logró ocultarse.
Una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se echó a los pies. La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija.
Él le dijo: Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.
Pero ella replicó: Señor, pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.
Él le contestó: Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija. Al llegar a su casa encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.

La protagonista de este relato no pertenece al grupo tradicional de seguidores, pero su fe y su determinación la llevan a superar barreras culturales y sociales. Esto nos recuerda que la fe y el amor divino trascienden todas las fronteras humanas. En nuestra labor diaria, ya sea en la parroquia o en los movimientos apostólicos, es esencial recordar que estamos llamados a ser inclusivos, a abrir nuestros corazones y nuestras comunidades a todos, sin distinción.

La humildad de la mujer, que reconoce su necesidad y se acerca con respeto y esperanza, es un poderoso recordatorio de que la gracia se encuentra a menudo en la simplicidad y la humildad. En nuestras interacciones diarias, especialmente en nuestro trabajo espiritual y comunitario, la humildad nos permite ser verdaderos instrumentos de la gracia divina, facilitando el camino para que otros experimenten el amor y la misericordia.

La insistencia de la mujer, a pesar de los desafíos, nos enseña sobre la importancia de la perseverancia en la fe. En nuestra vida espiritual y en nuestro compromiso con los demás, enfrentaremos obstáculos y momentos de desánimo. Sin embargo, esta historia nos anima a mantenernos firmes en nuestra fe, recordándonos que la perseverancia es clave para recibir las bendiciones y la guía divina.

Esta narrativa evangélica nos invita a reflexionar sobre cómo podemos ser más inclusivos, humildes y perseverantes en nuestra vida diaria y en nuestro trabajo apostólico. Nos desafía a mirar más allá de nuestras propias comunidades y a acoger a todos aquellos que buscan la luz y el amor divino. En la parroquia y en los movimientos apostólicos, podemos tomar esta enseñanza como un llamado a ser más abiertos, a ofrecer nuestro apoyo y a ser un reflejo del amor inclusivo y sanador… (Juan XXIII. org)


Hagan callar en el fondo de su espíritu todas esas vanas murmuraciones, todas esas vacilaciones secretas que les hacen tanto mal… Sean, sean hombres de fe y vencerán al mundo. (Motivos de desaliento)           

Ciego y perdido estaba yo,
sin rumbo y sin dirección.
Pero escuché tu dulce voz.
Mi corazón se despertó.

Desesperado te busqué
y con mi voz a ti clamé.
Eres la respuesta a mi oración,
Jesús, por tu nombre salvo soy.

Yo creo en ti, Jesús.
Pongo mi fe en tu Palabra y en la cruz.
Yo creo en ti, Jesús.
Te seguiré y cantaré por siempre.

Ya no vivo en temor.
Tu luz me alcanzó.
Soy salvo por tu amor.
En ti tengo libertad.
Me diste identidad.
Tu hijo ahora soy.

En ti seguro ahora estoy.
Pongo mi vista en ti, Señor,
y de tu amor proclamaré.
Tus maravillas contaré.

Ya no hay temor.
Vivo por tu amor.
Tu hijo yo soy.