Génesis 3, 1-8Salmo 31, 1-2. 5-7
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y dijo: Efatá, que significa: Abrete. Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
La escena es conocida: Le presentan a Jesús un sordo que, a consecuencia de su sordera, no puede hablar. Su vida es una desgracia. No puede escuchar a sus familiares, a sus amigos y vecinos. Vive encerrado en su propia soledad. Jesús lo toma consigo y se concentra en su trabajo sanador, introduce los dedos en sus oídos y trata de vencer esa resistencia que no le deja escuchar a nadie. Con su saliva humedece aquella lengua paralizada para dar fluidez a su palabra.
La soledad se ha convertido en una de las plagas más graves de nuestra sociedad. Los hombres construyen puentes y autopistas, lanzan satélites, etc., para comunicarse con más rapidez, pero muchas personas están cada vez más solas. Según el relato evangélico, para liberar al sordomudo de su enfermedad, Jesús le pide su colaboración: ¡ABRETE!¿No es ésta la invitación que hemos de escuchar también hoy para rescatar nuestro corazón del aislamiento?” (Pagola)
Querido amigo, mi pobre corazón tiene necesidad de que el tuyo venga de vez en cuando a darle calor, a animarlo, a comunicarle una amable y dulce alegría. En la soledad se está muy tranquilo, pero a veces uno está un poco triste y hace mucho bien el leer las cartas de aquellos que uno quiere y a los que no puede escuchar”. (Carta al padre Hay, 1806)
Para avanzar me basta tu mirada,la mano amiga de la comunidad,el cuerpo roto, la Sangre derramaday un mundo joven sediento de unidad.Para avanzar unamos nuestras manos,creando lazos, en camino tras la Paz.que Juan María nos llama a ser hermanos,signos visibles de fraternidad.Un deseo nos convoca, se hace nuestro,y dirige nuestros pasos hasta el fin:el anhelo expresó Jesús Maestro“Que los niños vengan todos junto a mí”.Y nos urge la palabra recia y fuerteque nos dice Juan María: “Por favor,no pueden dejar los niños a su suerte,denles el pan, denles la fe, denles amor”.Por los pobres, los pequeños, y excluidoslos que pierden la sonrisa, el porvenir…Con mi mano que se alcen los caídoscon mis labios, brote un nuevo sonreír.Ven conmigo y pintaremos de alegría,Los rincones más oscuros de tu hogar,Soy tu ángel, tu hospital, de noche y díaTe doy alas de esperanza y a volar.