San Pedro Damián

Génesis 11, 1-9
Salmo 32, 10-15

Jesús, llamando a la multitud junto con sus discípulos, les dijo: El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles.
Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el Reino de Dios ha llegado con poder.

Dios mío, hoy tu palabra es dura, muy exigente. Nos invitas a llevar la cruz, y eso repugna a nuestra naturaleza. Tú no quieres el dolor ni el sufrimiento. Pero hay situaciones inevitables que hay que aceptar. Que busque en ellas una oportunidad para expresar el amor, un modo de solidarizarme con tanta gente que lo pasa mal. Dame fuerza para ser un cristiano de verdad.

Hay dos maneras de orientar la vida: desde el egoísmo o desde el amor. Los que viven para sí mismos, los que sólo piensan en sí mismos, los que tienen el corazón tan lleno de sí mismos que ya no cabe nadie en él, no aciertan, se equivocan, no dan en el blanco, fracasan. Pero los que orientan su vida hacia el amor a los demás, a la donación de sí mismos para favorecer a otros, estos aciertan.

“¿Qué debe hacer el hombre para vivir? Morir a sí mismo. ¿Qué debe hacer el hombre para morir? Vivir a sí mismo”. (Talmud). Cuando se trata de “salvar la vida” significa no reducir la vida “a esta vida”, significa tener horizontes más amplios.
“La vida sólo se puede encontrar en el don de sí mismo, Sólo así es vida libre, desinteresada, abierta, a la que Dios y el prójimo tienen acceso. Una vida de este género no cesa al morir porque pertenece a Dios y él permanecerá cercano incluso en la muerte” (Schweizer).
El que apuesta todo en el tener queda empobrecido en el ser. Quien vive en lo inmediato suprime la vida futura. La oposición no está entre esta vida y la otra sino entre vida plena y vida vacía.

Gracias, Señor, porque hoy he comprendido mejor que salvar la vida es no estropearla, no malograrla, no vivir a medias, no vivir para uno mismo. La vida es demasiado hermosa como para no aprovecharla. Y la experiencia me dice que vivo en plenitud cuando vivo en la clave del amor. Haz, Señor, que no haga nada en esta vida que no pueda reciclarse en amor.


Si verdaderamente somos sus discípulos, debe­mos imitar sus divinos ejemplos; yo mismo procuro llevarlo lo mejor que puedo, pues yo también, querido hijo, tengo mucho que sufrir; bendigo por ello al Señor, pues es preciso que llevemos su cruz por la cual hemos sido salvados. Además, como dice San Pablo, debemos completar en noso­tros lo que falta a la Pasión de Jesucristo. (Al H. Fernando, 15 de octubre de 1839)

Yo te buscaba hasta que te encontré.
Necesitaba de ti.
Tú me llamaste y la puerta te abrí.
Me revelaste tu amor
y hoy, mi Dios,
quiero vivir junto a ti.

Tú te entregaste y moriste por mí.
Me regalaste el perdón.
Ahora tú vives en mí corazón.
Todo lo puedo en ti.
Aquí estoy, todo es tuyo, Señor.

Te seguiré hasta el final.
No quiero ya mirar atrás.
Mi corazón cantará
que tú eres Dios.
Oh oh oh, oh oh oh

Tú eres la meta que quiero alcanzar,
Vida, camino y verdad.
Con mis hermanos vamos a luchar
juntos por la santidad.
Por tu amor
todos podremos cantar.

La cruz delante va
y el mundo queda atrás.
Contigo voy hasta la eternidad.