Eclesiástico 2, 1-11Salmo 36, 3-4. 18-19. 27. 39-40
Jesús atravesaba la Galilea junto con sus discípulos y no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará”. Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: ¿De qué hablaban en el camino?Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: El que quiere ser el primero debe hacerse el último de todos y el servidor de todos.Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe no es a mí al que recibe sino a Aquél que me ha enviado.
Según el relato de Marcos, hasta por tres veces insiste Jesús, camino de Jerusalén, en el destino que le espera. Su entrega al proyecto de Dios no terminará en el éxito triunfal que imaginan sus discípulos. Al final habrá «resurrección», pero, aunque parezca increíble, Jesús «será crucificado». Sus seguidores lo deben saber.Sin embargo, los discípulos no lo entienden. Les da miedo hasta preguntarle. Ellos siguen pensando que Jesús les aportará gloria, poder y honor. No piensan en otra cosa. Al llegar a su casa de Cafarnaún, Jesús les hace una sola pregunta: «¿De qué discutían por el camino?», ¿de qué han hablado a sus espaldas en esa conversación en la que Jesús ha estado ausente?Los discípulos guardan silencio. Les da vergüenza decirle la verdad. Mientras Jesús les habla de entrega y fidelidad, ellos están pensando en quién será el más importante. No creen en la igualdad fraterna que busca Jesús. En realidad, lo que les mueve es la ambición y la vanidad: ser superiores a los demás.Ante el silencio de sus discípulos, Jesús se sienta y los llama. Tiene gran interés en ser escuchado. Lo que va a decir no ha de ser olvidado: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». En su movimiento no hay que mirar tanto a los que ocupan los primeros puestos y tienen renombre, títulos y honores. Importantes son los que, sin pensar mucho en su prestigio o reputación personal, se dedican sin ambiciones y con total libertad a servir, colaborar y contribuir al proyecto de Jesús. No lo hemos de olvidar: Lo importante no es quedar bien, sino hacer el bien, siguiendo a Jesús. (Pagola)
MÁXIMAEl que quiera ser grande, que sirva.
Nogues vino a buscarme y me pidió que lo pusiese en el último puesto, como pidiendo una gracia, un gran favor. Esto es algo digno de observar, porque muy a menudo entre los mismos religiosos hay una excesiva sensibilidad del amor propio, desagradables envidias por presencias, preferencias, bagatelas…” (Exequias de Alejandro Nogues, novicio de Saint- Méen, diciembre de 1825)
Cuánto ruido hacen mil árboles creciendo;cuánto espacio ocupa un grano de mostaza;cuánta fe me va robandoaquello que no marcha bien;cuánto estruendo hace un solo árbol al caer.Qué distinta es la esperanza,qué fecunda en lo escondido,mientras otros hacen ruido,ella sigue su camino,que tu Reino siembra y sembrará,que quien tenga ojos lo verá.Que nos viva tu horizonte,tu esperanza nos alumbre,que jamás hubo rincón sin luzque tu amor no conociera.Qué distinto tu lenguaje,tu caricia y tu manera.Continúanos salvando cada día, cada noche,que nos pinta tu horizonte.Tu esperanza nos alumbre,que jamás hubo rincón sin luzque tu amor no conociera.