Miércoles de Cenizas


Joel 2, 12-18
Salmo 50, 3-6. 12-14. 17

Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que, con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

La Cuaresma nos sumerge en un baño de purificación y de despojamiento; quiere ayudarnos a quitar todo “maquillaje”, todo aquello de lo que nos revestimos para parecer adecuados, mejores de lo que realmente somos”…
Somos ceniza sobre la que Dios sopló su aliento de vida, tierra que Él plasmó con sus manos, polvo del que resurgiremos para una vida sin fin preparada desde siempre para nosotros…

Purificar al corazón significa volver a nuestro verdadero yo y presentarlo tal como es, desnudo y despojado, frente a Dios. Significa mirarnos por dentro y tomar conciencia de quiénes somos realmente, quitándonos las máscaras que a menudo usamos, disminuyendo el ritmo de nuestro frenesí, abrazando la vida y la verdad de nosotros mismos. La vida no es una actuación, y la cuaresma nos invita a bajar del escenario de la ficción para volver al corazón, a la verdad de lo que somos. Volver al corazón, volver a la verdad.

Mientras sigas usando una armadura que cubre el corazón, camuflándote con la máscara de las apariencias, exhibiendo una luz artificial para mostrarte invencible, permanecerás vacío y árido. En cambio, cuando tengas la valentía de inclinar la cabeza para mirar tu interior, entonces podrás descubrir la presencia de un Dios que te ama desde siempre; finalmente se harán añicos las corazas que te has construido y podrás sentirte amado con un amor eterno. (Papa Francisco, 14-02-2024)


MÁXIMA
Señor, purifica nuestro corazón


Me das mucha pena cuando te preocupas tanto por ti mismo; Me gustaría verte más resignado a la santa voluntad de Dios, y con más ganas de parecerte a Jesucristo crucificado: no tendrás la paz del alma, y no saborearás la alegría en tu corazón, a menos que tengas esta santa decisión de abandono a Dios y de renuncia de ti mismo. (Al H. Ambrosio, 09-02-1837)

Hazme un corazón de barro,
 rompe el corazón de piedra.
 Dale las vueltas que sean,
 pero hazlo a tu manera.
 
Dame un corazón sencillo,
 hazme un corazón como el tuyo.
 Usa la forma que quieras,
 pero hazlo igualito que el tuyo.
 
Como quieras, Señor.
 ¿Cómo quieres que sea?
 Dale la forma, Jesús.
 Hazlo a tu manera.
 
Que tenga tu paciencia, tu amor,
 que tenga tu voluntad;
 que tenga tu libertad;
 que reine esa paz con Dios;
que tenga lo que me falta,
 que sobre lo que no tengo.
 Hazme un corazón de barro.
 Es todo lo que yo quiero.
 Que tenga tu sencillez,
 siempre tan lleno de luz,
 perdonar como perdonas.
 Mira qué bien lo haces Tú.
 Hazme un corazón de niño,
 un corazón limpio y puro.
 Dale vueltas con tus manos
 y hazme un corazón como el tuyo.

Hazme un corazón de barro,
 rompe el corazón de piedra.
 Dale las vueltas que sean,
 pero hazlo a tu manera.