San Casimiro

Eclesiástico 35, 1-12
Salmo 49, 5-8. 14. 23

Pedro le dijo: Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
Jesús respondió: Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros.

«El que deje… recibirá ahora, y en la vida futura…«. En esta frase de Jesús, encontramos una de las tantas paradojas que nos presenta el evangelio. Curiosamente, el dejar, el total desapego, no nos deja vacíos, sin nada, en situación de precariedad, sino que crea en nosotros un espacio, una disposición que nos permite recibir. El vivir en la dinámica de la «no apropiación» -eso es dejar-, vivir con las manos abiertas, como aquel que deja correr el agua entre sus dedos, paradójicamente, es lo que nos permite desarrollar en nosotros la actitud de la acogida, de percibir y recibirlo todo como un don, como un regalo. Y, esto, ya aquí, ahora dispone nuestro corazón y nuestra mirada para percibir todo lo que Dios y los demás me ofrecen.

Pero no todo se agota en el aquí y ahora. Quien vive con las manos y el corazón abiertos, en actitud de entrega y de acogida, se dispone ya aquí, a la vida verdadera, a la vida en plenitud que nos espera más allá de esta vida. Lo que gustamos ya aquí, es como una especie de «degustación» de lo que nos espera y que, aquí, somos incapaces siquiera de imaginar. Por eso, en otro pasaje Jesús dice que la vida eterna empieza ya en el aquí y ahora, cuando hemos descubierto al Padre presente en nuestra vida… (cf. Jn 17,3)

Con todo, Jesús no es ingenuo. Sabe que, junto a esto, encontraremos persecuciones. Es decir, dificultades, cortapisas, que en no pocas ocasiones nos desanimarán y tendremos la tentación de desistir, de abandonar, de pensar que no merece la pena vivir así.

Seguir a Jesús es vivir fiados de su Palabra, de lo que Él nos ha enseñado con su vida, de su sabiduría que nos da claves para vivir. En este caso, descubrir que, aunque en nuestro camino haya dificultades, aunque muchas veces se nos invite a lo contrario, la verdadera libertad se encuentra en el desapego, en el compartir. Y que es en esa no posesividad, donde nos volvemos capaces de recibir, de disfrutar, de agradecer, de percibir tantas cosas buenas que nos ofrece gratuitamente la vida, los demás, Dios. (Jacqueline Rivas, Hesed)


Ánimo, mi querido Hermano; cuán llevaderos serán tus deberes, cuán dulces, si los cumples con espíritu de abandono de ti mismo. He ahí lo que tu pobre padre te pide desde el fondo de su alma. Ahí estará tu paz, tu alegría en la tierra y tu esperanza en la muerte” (Al Hno Efrén, 21 de abril de 1843)