Primera Lectura: Génesis 15, 5-12.17-18Salmo Responsorial: 26, 1.7-9.13-14Segunda Lectura: Filipenses 3, 17-4, 1 o bien 3, 20-4, 1
Unos ocho días después de decir esto, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar.Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él.Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: ¡Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Él no sabía lo que decía.Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo.Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.
En los dos capítulos precedentes del Evangelio de Lucas, se impone la novedad traída por Jesús y crecen las tensiones entre el Nuevo y el Antiguo Testamento. Al final, Jesús se da cuenta que ninguno había entendido su proyecto y mucho menos su persona. Unos lo veían como Juan el Bautista, otros Elías o cualquiera de los Profetas (Lc 9,18-19). Los discípulos lo aceptaban como el Mesías, pero como un Mesías glorioso (Lc 9,20-21).Jesús trató de explicar a los discípulos que el camino previsto por los profetas implicaba el sufrimiento, por su compromiso en favor de los marginados, y el discípulo podía ser tal, sólo si tomaba su cruz (Lc 9,22-26). Pero no tuvo mucho éxito. Y es en este contexto de crisis, cuando sucede la Transfiguración.En el evangelio de Lucas existe una semejanza muy grande entre la Transfiguración (Lc 9,28-36) y la escena de Getsemaní (Lc 22,39-46). Se puede percibir lo siguiente: en los dos episodios, Jesús sube a una Montaña para orar y lleva consigo a tres discípulos: Pedro, Santiago y Juan. En las dos ocasiones, Jesús cambia de aspecto y se transfigura delante de ellos: glorioso en la Transfiguración, sudando sangre en el Huerto de los Olivos. Las dos veces aparecen figuras celestiales para confortarlo, Moisés y Elías y un ángel del cielo. Y tanto en la Transfiguración como en el Huerto, los discípulos duermen, se muestran extraños al hecho y parece que no entienden nada. Al final de los dos episodios, Jesús se reúne de nuevo con sus discípulos. La verdadera identidad de Jesús se revela en las situaciones de dolor, de cruz, de Getsemaní. También la nuestra y la de los amigos.Pagola expresa que “desde el comienzo Lucas nos indica que Jesús sube con sus discípulos más cercanos a lo alto de una montaña sencillamente ‘para orar’, no para contemplar una transfiguración. Todo sucede durante la oración de Jesús: mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió. Jesús, recogido profundamente, acoge la presencia de su Padre, y su rostro cambia. Los discípulos perciben algo de su identidad más profunda y escondida. Algo que no pueden captar en la vida ordinaria de cada día.En la vida de los seguidores de Jesús no faltan momentos de claridad y certeza, de alegría y de luz. Ignoramos lo que sucedió en lo alto de aquella montaña, pero sabemos que en la oración y el silencio es posible vislumbrar, desde la fe, algo de la identidad oculta de Jesús. Esta oración es fuente de un conocimiento que no es posible obtener de los libros.Lucas dice que a los discípulos les cuesta conectar con la experiencia, pues se caían de sueño y solo al espabilarse, captaron algo. Pedro solo sabe que allí se está muy bien y que esa experiencia no debería terminar nunca. Lucas aclara que no sabía lo que decía.Por eso, la escena culmina con una voz y un mandato solemne. Los discípulos se ven envueltos en una nube. Se asustan pues todo aquello los sobrepasa. Sin embargo, de aquella nube sale una voz: Este es mi Hijo, el escogido. Escúchenle. La escucha ha de ser la primera actitud del discípulo.Los cristianos de hoy necesitamos urgentemente ‘interiorizar’ nuestra religión si queremos reavivar nuestra fe. No basta oír el Evangelio de manera distraída, rutinaria y gastada, sin deseo alguno de escuchar. No basta tampoco una escucha inteligente preocupada solo de entender. Necesitamos escuchar a Jesús vivo en lo más íntimo de nuestro ser. Todos, predicadores y pueblo fiel, teólogos y lectores, necesitamos escuchar la Buena Noticia de Dios, no desde fuera sino desde dentro. Dejar que sus palabras desciendan de nuestras cabezas hasta el corazón. Nuestra fe sería más fuerte, más gozosa, más contagiosa”.
Jesús y el Padre:Jesús es el Hijo, el elegido, el que tenemos que escuchar, el Mesías sufriente. El lazo de Hijo no le ahorró ni el dolor ni la cruz, ni la soledad ni la angustia. El Padre no deja de confirmarlo como Hijo, como amado, como el que tiene palabras de vida… y lo hace en las situaciones decisivas: Bautismo (antes de abrirse camino en la vida pública) y transfiguración (después de haberse encaminado decididamente hacia Jerusalén).Jesús y la Palabra:La Ley (Moisés) y los Profetas (Elías) resumen la palabra del Antiguo Testamento. Jesús vino a darle cumplimiento, no como lo esperaban sus compatriotas, sino como el Padre lo quería. Ya no tenemos que escuchar a Moisés o Elías, sino al que es la mismísima Palabra: al Hijo, al elegido. Allí está la vida, la ley del amor, la profecía cumplida, la fuerza para seguir, el aliento para no desfallecer.
He aquí el día que hizo el Señor, día de gracia y de bendición, día en el que Él los rodea con sus luces, día en que, en la soledad, les habla al corazón, les comunica sus designios sobre su persona, les repite en cierto modo sus pensamientos y sus mismos deseos.Sí, en estos días de retiro, separados enteramente del mundo, ocupados de Dios Solo, si están dispuestos como lo deben estar, Él les revelará verdades hasta ahora desconocidas para ustedes; les enseñará a juzgar como Él juzga sobre su vida pasada y su vocación para el porvenir; les manifestará claramente lo que espera, lo que quiere de cada uno de ustedes y, al mismo tiempo, les dará la fuerza para cumplirlo.Es pues, menos a nuestras débiles palabras que ustedes deben estar atentos, como a esa palabra interior (Cfr. Jr. 31, 33-34), que quizás hasta ahora no han escuchado; dominados por sus sentidos, ocupados por cosas exteriores y de los asuntos terrestres, aturdidos por el ruido del mundo en medio del cual viven, apenas pueden ustedes reflexionar durante algunos instantes rápidos sobre lo que debe ser el objeto de sus meditaciones más serias, quiero decir sobre el empleo que ustedes han hecho hasta ahora de lo que deben hacer de su vida, sobre el estado que deben tomar o en el cual deben fijarse. (Comienzo de un retiro)
En el silencio Yo te encuentro,me llenas con tu paz.Tu Presencia me sostiene.Contigo quiero estar.Si en tu nombre nos reunimoscuando somos 2 o más,nada más nos hace faltaporque tú allí estás.Un encuentro que transformami vida y mi corazón.Quiero estar más cerca tuyo,encontrarte en la oración.Cuando se termina el díayo te quiero regalarmis tristezas y alegríasy en tus brazos descansar.Sos, Jesús, mi gran amigo,el Camino y la verdad.Es tu amor que nos animaa servir a los demás.Cómo Tú, con humildad,enséñanos a rezar.Oh, Jesús, eres mi hogar.Yo contigo quiero estar.