San José, esposo de la Virgen María

2º Samuel 7, 4-5. 12-14. 16
Salmo 88, 2-5. 27. 29
Romanos 4, 13. 16-18. 22

Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acababa la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.
Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que los oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al ver, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados.
Jesús les respondió: ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?
Ellos no entendieron lo que les decía.
Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos.

“En Nazaret todo parece suceder ‘normalmente’, según las costumbres de una piadosa y trabajadora familia israelita: se trabajaba, la mamá cocinaba, hacía todas las cosas de la casa, planchaba… todas las cosas de mamá. El papá, carpintero, trabajaba, enseñaba al hijo a trabajar. Treinta años. “¡Pero qué desperdicio, Padre!”. Los caminos de Dios son misteriosos. Lo que allí era importante era la familia. Y eso no era un desperdicio. Eran grandes santos: María, la mujer más santa, inmaculada, y José, el hombre más justo…
Es hermoso pensar en el hecho de que el Hijo de Dios ha querido tener, como todos los niños, la necesidad del calor de una familia… Precisamente por esto, porque es la familia de Jesús, la de Nazaret es la familia modelo, en la que todas las familias del mundo pueden hallar su sólido punto de referencia y una firme inspiración… Entre las paredes acogedoras de la casa de Nazaret se desarrolló́, en un ambiente de alegría la infancia de Jesús, rodeado de la solicitud maternal de María y los cuidados de José́, en el que Jesús pudo ver la ternura de Dios…
A imitación de la Sagrada Familia, estamos llamados a redescubrir el valor educativo del núcleo familiar, que debe fundamentarse en el amor que siempre regenera las relaciones abriendo horizontes de esperanza…
En la familia se podrá́ experimentar una comunión sincera cuando sea una casa de oración, cuando los afectos sean profundos y puros, cuando el perdón prevalezca sobre las discordias, cuando la dureza cotidiana del vivir sea suavizada por la ternura mutua y por la serena adhesión a la voluntad de Dios». (Papa Francisco)


MÁXIMA
Cuidemos nuestra familia


Ámense los unos a los otros como hermanos, como miembros de una misma familia. Que los dulces lazos de la caridad acerquen sus corazones y que no tengan más que un solo corazón en Jesucristo. (Sermón sobre la paz)

Cada vez que nos juntamos,
siempre vuelve a suceder
lo que le pasó a María
y a su prima la Isabel:
Ni bien se reconocieron
se abrazaron y su fe
se hizo canto y profecía,
casi, casi un chamamé.

Y es que Dios es Dios familia,
Dios amor, Dios Trinidad.
De tal palo tal astilla,
somos su comunidad.
Nuestro Dios es Padre y Madre,
causa de nuestra hermandad.
Por eso es lindo encontrarse,
compartir y festejar.

Cada vez que nos juntamos
siempre vuelve a suceder
Lo que dice la promesa
de Jesús de Nazareth:
Donde dos o más se junten,
en mi Nombre y para bien,
yo estaré personalmente,
con ustedes yo estaré.

Cada vez que nos juntamos,
siempre vuelve a suceder
lo que le pasó a la gente
reunida en Pentecostés:
Con el Espíritu Santo,
viviendo la misma fe,
se alegraban compartiendo
lo que Dios les hizo ver.

Hoy a tus pies ponemos nuestra vida.   
Hoy a tus pies, glorioso San José. 
Escucha nuestra oración y por tu intercesión    
obtendremos la paz del corazón.   

En Nazaret, junto a la Virgen Santa.
En Nazaret, glorioso San José,
cuidaste al niño Jesús, pues por tu gran virtud
fuiste digno custodio de la luz.

Con sencillez, humilde carpintero.
Con sencillez, glorioso San José,
hiciste bien tu labor obrero del Señor,
ofreciendo trabajo y oración.

Tuviste Fe en Dios y su promesa.
Tuviste Fe, glorioso San José.
Maestro de oración, alcánzanos el don
de escuchar y seguir la voz de Dios.