Génesis 37, 3-4. 12-13. 17-28Salmo 104, 16-21
Jesús les dijo: Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon.El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: «Respetarán a mi hijo». Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: «Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia». Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?Le respondieron: Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo.Jesús agregó: ¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular; esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos.Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.
La lectura nos presenta la historia de un propietario que, tras plantar una viña, la arrienda a unos viñadores antes de emprender un viaje. A su regreso, espera recoger los frutos de su viña, pero los viñadores, en un acto de desobediencia y avaricia, maltratan y matan a los enviados del propietario, incluido su hijo.Esta parábola, lejos de ser una simple historia, es un espejo de nuestra propia vida y de nuestra comunidad. La viña del Señor es una metáfora de la comunidad en la que vivimos: nuestra familia, nuestro lugar de trabajo, y nuestra parroquia. A cada uno de nosotros se nos ha confiado el cuidado de esta viña. La pregunta esencial que surge es: ¿Cómo estamos cuidando de la viña que se nos ha confiado? ¿Estamos siendo fieles a los mandatos de amor, justicia y misericordia que se esperan de nosotros? En nuestra vida diaria, se nos invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad hacia los demás y hacia la creación.En el corazón de la parábola yace el llamado al amor incondicional. El propietario, a pesar de la traición de los viñadores, continúa enviando mensajeros, esperando una respuesta de arrepentimiento y cambio. Este acto refleja el amor infinito y la paciencia que se nos ha mostrado. En nuestra labor diaria, especialmente en el trabajo parroquial y en los movimientos apostólicos, se nos recuerda que el amor debe ser la base de todas nuestras acciones. El amor nos impulsa a servir, a perdonar y a buscar el bien común.La fe no es simplemente una creencia abstracta; es una llamada a la acción. La parábola nos desafía a examinar la calidad de nuestra fe a través de nuestras acciones. ¿Estamos construyendo la viña con piedras vivas de fe, esperanza y caridad? ¿O estamos, por el contrario, obstaculizando el crecimiento de la viña con nuestras acciones y decisiones? La verdadera fe se manifiesta en cómo respondemos a los desafíos de la vida, cómo tratamos a los demás y cómo cuidamos de la creación que se nos ha confiado.La parábola de los viñadores malvados es, en última instancia, un llamado a la conversión y al compromiso. Nos invita a examinar nuestras vidas, a arrepentirnos de nuestros fallos y a renovar nuestro compromiso con el cuidado de la viña del Señor. En nuestra vida diaria, en el trabajo escolar y en los movimientos apostólicos, tenemos la oportunidad de ser viñadores fieles, cuidando de la viña con amor, justicia y misericordia.
MÁXIMASomos responsables de la viña del Señor
¡Cuántas pérdidas nuevas tendremos antes que los obreros que formamos ahora puedan trabajar en esta viña desolada, abierta a todos los viandantes, que la saquean y la pisotean! Al menos, mis queridos hermanos, hoy tenemos la confianza que el grano de mostaza crecerá rápidamente, y que Dios tocado por nuestras oraciones lo multiplicará al céntuplo, como en otra ocasión multiplicó los panes para alimentar al pueblo fiel que le había seguido en el desierto. (Sermón en la apertura de la escuela eclesiástica de Tréguier)
Por los caminos sedientos de luz,levantándose antes que el sol,hacía los campos que lejos están,muy temprano se va el viñador.No se detiene en su caminar,no le asusta la sed ni el calor.Hay una viña que quiere cuidar,una viña que es todo su amor.Dios es tu amigo, el viñador,el que te cuida de sol a sol.Dios es tu amigo, el viñador,el que te pide frutos de amor.Él te protege con un valladarlevantado en tu derredor.Quita del alma las piedras del maly ha elegido la cepa mejor.Limpia los surcos con todo su afány los riega con sangre y sudor.Dime si puede hacer algo máspor su viña el viñador.Sólo racimos de amargo saborha encontrado en tu corazón.Dime si puede esperar algo más de su viña, el viñador.