Primera Lectura: Éxodo 3, 1-8a.10.13-15Salmo Responsorial: 102, 1-4.6-8.11Segunda Lectura: 1ª Corintios 10, 1-6.10-12
En una ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios.El respondió: ¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.Les dijo también esta parábola: Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no encontró. Dijo entonces al viñador: «Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?».Pero él respondió: «Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás».
El presente relato, exclusivo de Lucas, plantea una reflexión sobre la conversión, en forma de parábola, haciendo pie de unos sucesos dramáticos que habían conmocionado a la población. Para entender la ‘novedad’ de la respuesta de Jesús, es preciso conocer que, en la mentalidad judía, la enfermedad y el mal, en general, eran consecuencia del propio pecado. La ausencia de mal, por el contrario, era considerada signo de la bendición divina.Jesús se desmarca de esa idea tradicional, desatando el nudo ‘religioso’ entre sufrimiento y pecado. Al haber anudado ambas realidades, quienes sufrían cualquier calamidad se convertían automáticamente en objeto de juicio condenatorio por parte de los demás y ellos mismos se veían abocados a un angustiante sentimiento de culpabilidad y desesperanza. La desgracia los limitaba; la culpabilidad terminaba hundiéndolos.La culpabilidad hace daño. La actitud sana es la responsabilidad, como sentimiento maduro de quien entiende la vida como ‘respuesta’ –ésa es la etimología de responsabilidad- coherente con las distintas situaciones que se le presentan. Somos responsables de todo aquello en lo que intervenimos y de aquello otro que omitimos, pero no somos culpables de nada.Es a esta responsabilidad a la que podemos asociar con la conversión que pide el evangelio. Porque el ‘perecer’ de que habla no hay que entenderlo en clave de amenaza ni castigo, sino sencillamente como la consecuencia de una actitud y un comportamiento desajustados.La parábola, sin embargo, pone de relieve la paciencia del viñador. A pesar de llevar ‘tres años’ –un tiempo ‘definitivo’- sin dar fruto, todavía el viñador sigue confiando en ella, a la vez que le ofrece todos los cuidados con esmero: ‘Cavaré alrededor y le echaré abono’.Jesús parece subrayar la paciencia divina, porque comprende y respeta el momento y el ritmo de cada persona. Conocedor del corazón humano, sabe de los condicionamientos de todo tipo que pesan sobre él: sufrimientos no elaborados, mecanismos de defensa puestos en marcha a lo largo de la vida para poder sobrevivir, etc.Jesús mismo dirá que Dios es el viñador (Jn 15,1). El viñador está de nuestro lado. Nos defiende y hará lo posible para que demos frutos, pero jamás nos cortará. Somos nosotros, en todo caso, los que cortaremos la relación, no él. La palabra lo expresa muy claro: ‘Si no, la cortarás’. La cortarás (tú), no yo (el viñador). Dios está de nuestra parte. Está con nosotros. Quiere que demos frutos, porque quiere lo mejor de nosotros mismos. Él es el primer interesado en nosotros. ¿Somos nosotros los primeros interesados en lo mejor de los otros, los niños y jóvenes, que nos son confiados?Cuenta el teólogo de la liberación Leonardo Boff, que en una ocasión le preguntó al Dalai Lama: Santidad, ¿Cuál es la mejor religión? El Dalai Lama hizo una pequeña pausa, sonrió y le contestó: La mejor religión es la que te aproxima más a Dios, al Infinito. Es aquella que te hace mejor. Para salir de la perplejidad ante tal respuesta, volvió a preguntarle: ¿Qué es lo que me hace mejor? El respondió: Aquello que te hace más compasivo, más sensible, más desapegado, más amoroso, más humanitario, más responsable, más ético… La religión que consiga hacer eso de ti es la mejor religión. Y Boff concluye: Hasta el día de hoy estoy rumiando su respuesta sabia e irrefutable. No me interesa, amigo, tu religión, o si tienes o no tienes religión. Lo que realmente me importa es tu conducta delante de tu semejante, de tu familia, de tu trabajo, de tu comunidad, delante del mundo. (Ideas de E. Martínez Lozano)
Jesús y la gente: Está con ellos, los escucha, sabe que los enfermos o que padecieron ciertas desgracias no son unos marginados de Dios, aunque la sociedad así los considere. No hay mejores y peores, merecedores y castigados. Dios está ahí, en silencio, como lo está con él. Ahora bien, todos estamos llamados a dar frutos, Dios espera de todos nosotros, nuestra mejor versión, estés en la situación en que estés. No estás llamado a contentarte con un bonito follaje (exterioridad) sino a dar frutos y muchos frutos
Si les doy este consejo, mis queridos hermanos, es porque he notado en años anteriores que muchos perdieron los frutos del retiro porque no habían tomado las precauciones necesarias con anticipación para recogerlos: Se ocuparon sólo del viaje, de las cosas que se dirían unos a otros y del placer que sentirían de volver a verse. Sin duda, es muy bueno que los hermanos se reencuentren durante las vacaciones y luego pasen unos días juntos. Sin embargo, no debemos olvidar el propósito principal de este encuentro, que es santificarse cada vez más, renovar el alma y llenarla de un nuevo celo y un nuevo ardor por el servicio y la gloria de Dios. (Circular para el retiro de 1824)
Cuando cayó la última hoja de mis ramas,cuando sentí que ya la savia se agotaba,cuando olvidé cómo dar frutoy me rendí a un triste futuro,llegaste tú y me regaste con tu agua.Cuando ya nadie buscaba mi refugioy la sequía resecó todos mis frutos,cuando las fuerzas me dejabancuando mi vida no era nadallegaste Tú y me regaste con tu agua.Y tu bondad supo mirar mi corazóny pudo ver en su raíz todo el dolor,porque supiste comprendermi sed de amor, mi sed de amor.Cuando tu sombra, con mi sombra se encontróy tu caricia iluminó todo mi sery abrió mi alma liberando cuanto fuepara sanarla, para amarla,para alimentarla bien,para dar fruto, enraizada en tu quererpara sanarla, para amarla,para alimentarla bienpara dar fruto,enraizada en tu querer, en tu querer.