Jeremías 11, 18-20 Salmo 7, 2-3.9bc-12
Algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban: Este es verdaderamente el Profeta. Otros decían: Este es el Mesías. Pero otros preguntaban: ¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David? Y por causa de él, se produjo una división entre la gente. Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él.Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: ¿Por qué no lo trajeron?Ellos respondieron: Nadie habló jamás como este hombre.Los fariseos respondieron: ¿También ustedes se dejaron engañar? ¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en él? En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita.Nicodemo, uno de ellos, que había ido a ver a Jesús, les dijo: ¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?Le respondieron: ¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta.Y cada uno regresó a su casa.
En este final del capítulo séptimo del evangelio de Juan queda patente, no solo el conflicto mortal que se había provocado entre Jesús y los hombres de la religión (sumos sacerdotes y fariseos) (Jn 7,45), sino además la lejanía y el desprecio que los representantes religiosos sentían hacia el pueblo sencillo (“óchlos”) del que decían que era gente ignorante (“no entienden la ley”) y malas personas (“son unos malditos”) (Jn 7,49).No encontramos, pues, con un hecho elocuente: la lejanía y el desprecio hacia Jesús, que sentía la clase alta (sumos sacerdotes y senadores o ancianos), llevaba consigo igualmente la lejanía y el desprecio hacia la clase baja. A lo que conviene añadir que, en Jerusalén en tiempos de Jesús, apenas existía una clase media propiamente tal. Y la que había, se reducía a servicios con escaso poder social (J. Jeremías).Ahora bien, una sociedad en la que apenas hay clase media y que, por eso, se reduce a una minoría, que vive en la opulencia de los ricos, y una escandalosa mayoría que vive en la miseria, es una sociedad desigual, no solo en su economía, sino sobre todo en sus derechos. Los ricos tienen siempre más dinero y más derechos que los pobres. Según los Evangelios, Jesús se identificó con los pobres. Por eso vivió como viven los pobres: sin dinero y sin derechos, como fugitivo que tenía que andar escondiéndose para escapar de un linchamiento o de la misma muerte.Hoy, con esto de la crisis, hay demasiada gente a la que le pasa lo que le ocurrió a Jesús. Quienes manejan los hilos de esta crisis está llevando las cosas de manera que poco a poco, la clase media se está debilitando y va perdiendo presencia social. Nos estamos quedando en una sociedad en la que hay una pequeña franja de personas con fortunas asombrosas y crecientes, al tiempo que cada minuto que pasa, un trabajador se queda en paro. La desigualdad económica nos está llevando a una desigualdad de derechos que clama al cielo. Y esto ya no es asunto de economía sino de ideología. Se ha planificado una sociedad desigual (en sanidad, en educación, en derechos laborales …). Cada día que pasa más y más en manos de lo que quieran hacer con nosotros los ricos. Desde la memoria de Jesús, ¿qué podemos y debemos hacer en estas condiciones?
Los testimonios dados a los religiosos por los inspectores generales de la universidad, y por el propio ministro, son otros tantos pasos hacia tiempos de imparcialidad y razón. No pasa lo mismo con el voto de ciertos consejos municipales, que son, según M. de la Martine, ‘intentos atrasados de reacción, que todos los hombres ilustrados, aun teniendo distintas opiniones, han rechazado por unanimidad, y actos de opresión y tiranía de unos pocos hombres, que aún no han deletreado el alfabeto de la libertad’”. (Sobre la educación religiosa, 1834)
No cuentan las mujeres ni los niños,no cuentan quienes vagan marginados,no cuenta quien es pobre o está enfermo,no cuenta quien está crucificado.No cuentan quienes no tienen trabajo,ni tampoco quien sufre una adiccióno quien habla otro idioma en tierra extraña,no cuenta quien es de otro color.Mas… para ti son quienes cuentan,son quienes cantan la gloria de Dios.Son tu rostro, Señor crucificado,son tu rostro, Señor resucitado.Eres tú.Ni los niños soldados tienen nombre,ni las niñas que están esclavizadas,no existen quienes hoy mueren de hambre,y se ignora a quienes sufren soledad.No contaron las mujeres ni los niñosy hoy siguen sin contar los más pequeños. Que haga mío el dolor de mis hermanosy comparta, en justicia, el pan con ellos.