Martes Santo

Isaías 49, 1-6
Salmo 70, 1-6. 15. 17

Después de decir esto Jesús se estremeció y manifestó claramente: Les aseguro que uno de ustedes me entregará.
Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.
Uno de ellos –el discípulo al que Jesús amaba– estaba reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: Pregúntale a quién se refiere. Él se reclinó sobre Jesús y le preguntó: Señor, ¿quién es?
Jesús le respondió: Es aquél al que daré el bocado que voy a mojar en el plato. Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: Realiza pronto lo que tienes que hacer.
Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: Compra lo que hace falta para la fiesta, o bien que le mandaba dar algo a los pobres. Y enseguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.
Después que Judas salió, Jesús dijo: Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo y lo hará muy pronto.
Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: A donde yo voy, ustedes no pueden venir.
Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas?
Jesús le respondió: Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás.
Pedro le preguntó: ¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti.
Jesús le respondió: ¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo, antes que me hayas negado tres veces.

Jesús se conmueve profundamente y dice: “En verdad les digo: uno de ustedes me entregará”. Los discípulos se asustan. No esperaban esta declaración tan seria. No podían creer que hubiera un traidor. Señal clara de que la amistad entre ellos no había llegado todavía a la misma transparencia de Jesús para con ellos (Juan 15, 15).

Junto con la traición de Judas, el Evangelio trae también la referencia a la negación de Pedro, que dice estar dispuesto a dar la vida por Jesús. Pero el Señor le dice: “no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces”. Y el canto del gallo llegará rápido. Pronto, de madrugada, el gallo comenzará a cantar. Jesús los consideraba amigos, pero ellos no pudieron mantenerse firmes junto a él, en esos momentos difíciles.

Cuando Juan escribe esto, ¿cuántas experiencias similares se habrían vivido ya en la naciente comunidad cristiana? Frente a las persecuciones, al peligro de perder la vida, hubo actos heroicos de gente que prefirió la muerte antes que renunciar a su fe y delatar a sus compañeros de camino. Pero seguramente también hubo traiciones, negaciones, abandonos de las comunidades, etc. Los Judas y los Pedros, por intereses mezquinos o por miedo, siempre estarán en las comunidades. Nosotros nos podemos rasgar las vestiduras frente a estas actitudes, pero no olvidemos que nuestra vida confortable y tranquila, no exige, al menos por ahora, defender la fe con peligro de muerte.
Y allí está mientras tanto el justo condenado como culpable, como un delincuente, como tantos en el mundo que deciden seguir adelante con su fe y su misión.


MÁXIMA
Jesús es un amigo fiel


Ahora bien, no nos engañemos. No se trata de un simple consejo. No nos disimulemos la verdad porque ella nos humilla y nos hiere. Nuestra salvación depende de nuestra fidelidad en seguir a Jesucristo, en todos los caminos por los que él ha caminado. (Sobre la perfección)

Tu fidelidad es para siempre.
Tu fidelidad eterna es,
y aunque te fallo, permaneces a mi lado;
y aunque te olvido permaneces siempre fiel.

Tú fidelidad incomprensible.
Tú fidelidad inigualable.
Y aunque me aparto, permaneces en mis pruebas.
Y aunque me alejo permaneces, siempre en mí.

Grande es tu fidelidad,
buena es tu inmensa bondad.
Ella me abraza y me cubre en la tempestad.
Ella me cuida y me rodea en el día del mal.

Y aunque soy infiel, tú permaneces fiel.
Y aunque débil soy, tú me levantas Dios.