Martes de la octava de Pascua


Hechos 2, 36-41  
Salmo responsorial 32, 4-5.18-20.22

María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
Ellos le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras?
María respondió: Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo.
Jesús le dijo: ¡María!
Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: ¡Raboní!, es decir ‘¡Maestro!’
Jesús le dijo: No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes.
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

No lo tuvieron fácil los discípulos en la hora de la muerte del Señor y menos aun cuando comienzan las mujeres del grupo a alarmarlos con supuestas visiones del Resucitado. Nunca llegaron a entender los avisos de Jesús que los aleccionaba y preparaba para tan dura prueba. Les daba miedo preguntarle.

Juan dedica gran parte del relato a narrar cómo Magdalena no reconoce a Jesús inmediatamente. María tampoco estaba preparada para una vuelta de Jesús resucitado. Ella buscaba afanosamente su cadáver para custodiarlo y llorarlo con la intensidad de su amor durante toda su vida. “Dime dónde los has puesto y yo iré a buscarlo”, dice al que ella imagina como el hortelano del jardín y autor del supuesto robo. Se hubiera conformado con eso, recuperar su cuerpo.

Juan presenta a Jesús instruyendo a María Magdalena sobre el significado de la resurrección. Cuando María lo reconoce, al sentirse llamada por Él por su nombre, piensa que ya ha regresado y ahora se quedará con ella y con los demás que lo habían seguido, reanudando la anterior relación. Jesús había dicho: “Volveré a verlos y sus corazones se alegrarán con una alegría que nadie podrá quitarles”. Ella trata de aferrarse a la fuente de su alegría. Sin embargo, Jesús transforma todas sus expectativas. Transforma su alegría en una fe firme y anunciadora; será el apóstol de la alegría pascual. El relato termina con la ida de ésta junto a los discípulos para anunciarles: “He visto al Señor”.

‘La hora’, anunciada en la Última Cena, en que Jesús habría de pasar de este mundo al Padre, ya se ha cumplido. Todo lo que queda es volver para compartir su gloria con sus discípulos. Ahora llega el momento de cumplir la segunda mitad de la promesa: “Me voy para volver”.


MÁXIMA
¡Jesús está vivo!


Purifíquense más y más; santifiquen todas tus obras para que cuando llegue su última hora, puedan poner su alma con confianza y alegría en las manos de Jesús, quien los juzgará en su misericordia y será su resurrección y su vida. (S. III, 280)

Nos decidimos a salir
en plena madrugada,
haciendo frente al viento
en contra al frío y al miedo
en la oscuridad.
A paso firme juntas y juntos
nos damos ánimo para llegar,
nuestras pupilas se han dilatado,
los corazones se aceleraron.
Y vemos como la esperanza
despunta ya.

Con ternura y coraje,
con las mujeres del Alba,
buscamos a nuestro Señor,
a Jesús que salva.

Tenemos fresca en nuestra memoria
tu Palabra viva.
Tu cruz nos desvela y nos desafía,
tu amor nos hace permanecer.
Hasta el lugar de la herida vamos,
nos mueve el dolor de nuestros hermanos.
En nuestros pies va
la profecía de mil testigos,
que son semilla.
Y vemos como la esperanza despunta ya.

Con ternura y coraje,
con las mujeres del Alba,
buscamos a nuestro Señor,
a Jesús que salva.

Somos la Iglesia que humilde
se estrena, escuchando las voces,
de los que siempre
quedaron al borde,
de los gemidos de la creación.
En este encuentro nos sales, Señor;
tan hermosa sorpresa.
Nuestras pupilas se han dilatado,
los corazones se aceleraron.
Y vemos como la esperanza despunta ya.

Con ternura y coraje,
con las mujeres del Alba,
buscamos a nuestro Señor,
a Jesús que salva.