Hechos 5, 17-26 Salmo 33, 2-9
En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.
‘Dios ama al mundo’, no es una frase más. No son palabras que se pueden eliminar del Evangelio, sin que nada importante cambie. Es la afirmación que recoge el núcleo esencial de la fe cristiana. «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único». Este amor de Dios es el origen y el fundamento de nuestra esperanza. ‘Dios ama al mundo’. Lo ama tal como es. Inacabado e incierto. Lleno de conflictos y contradicciones. Capaz de lo mejor y de lo peor. Este mundo no recorre su camino solo, perdido y desamparado. Dios lo envuelve con su amor por los cuatro costados. Esto tiene consecuencias de la máxima importancia.Primero: Jesús es, antes que nada, el ‘regalo’ que Dios ha hecho al mundo, no sólo a los cristianos. Los investigadores pueden discutir sin fin sobre muchos aspectos de su figura histórica. Los teólogos pueden seguir desarrollando sus teorías más ingeniosas. Sólo quien se acerca a Jesucristo como el gran regalo de Dios, puede ir descubriendo en todos sus gestos, con emoción y gozo, la cercanía de Dios a todo ser humano.Segundo: La razón de ser de la Iglesia, lo único que justifica su presencia en el mundo es recordar el amor de Dios. Lo ha subrayado muchas veces el Vaticano II: La Iglesia “es enviada por Cristo a manifestar y comunicar el amor de Dios a todos los hombres”. Nada hay más importante. Lo primero es comunicar ese amor de Dios a todo ser humano.Tercero: Según el evangelista, Dios hace al mundo ese gran regalo que es Jesús, “no para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”. Es muy peligroso hacer de la denuncia y la condena del mundo moderno todo un programa pastoral. Sólo con el corazón lleno de amor a todos, nos podemos llamar unos a otros a la conversión. Si las personas se sienten condenadas por Dios, no les estamos transmitiendo el mensaje de Jesús sino otra cosa: tal vez, nuestro resentimiento y enojo.Cuarto: En estos momentos en que todo parece confuso, incierto y desalentador, nada nos impide a cada uno introducir un poco de amor en el mundo. Es lo que hizo Jesús. ¿Por qué no va a haber en estos momentos hombres y mujeres buenos, que introducen entre nosotros amor, amistad, compasión, justicia, sensibilidad y ayuda a los que sufren…? Estos construyen la Iglesia de Jesús, la Iglesia del amor. (José Antonio Pagola)
MÁXIMADios nos ama más que nadie.
¡Oh! Salvador mío, cuya bondad y amor se han manifestado al mundo, para que instruidos por ti, y renunciando a la impiedad y a los deseos terrestres, vivamos aquí abajo en la sobriedad, la piedad, la justicia. Haz que al verte semejante a nosotros, merezcamos ser interiormente reformados a tu imagen” (Guía de la primera edad. Oraciones p. 206)
Del amor divino, ¿quién me apartará?Escondido en Cristo, ¿quién me tocará?Si Dios justifica, ¿quién condenará?Cristo por mí aboga, ¿quién me acusará?A los que a Dios aman, todo ayuda a bien;este es mi consuelo, esto es mi sostén.Todo lo que pasa en mi vida aquíDios me lo prepara para bien de mí.En mis pruebas duras, Dios es siempre fiel.¿Por qué, pues, las dudas? Yo descanso en Él.Plagas hay y muerte a mi alrededor;ordenó mi suerte el que es Dios de amor.Ni una sola flecha me podrá dañar;si Él no lo permite, no me alcanzará.A los que a Dios aman, todo ayuda a bien;este es mi consuelo, esto es mi sostén.Mi Dios es mi sostén.