Hechos 4, 32-37 Salmo 92, 1-2.5
Jesús dijo a Nicodemo: Ustedes tienen que renacer de lo alto. El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu.¿Cómo es posible todo esto?, le volvió a preguntar Nicodemo.Jesús le respondió: ¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas?Te aseguro que nosotros hablamos de lo que hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Nicodemo era un judío bueno e inquieto. Escuchaba a Jesús y se preguntaba muchas cosas, porque lo que este hombre simple enseñaba era un mensaje de vida, de esperanza, pero a veces muy diferente a lo que los rabinos, y él mismo, enseñaban a la gente. Como dice el papa Francisco, su corazón estaba en la noche, no entendía, pero esa noche, a diferencia de Judas, lo llevó a acercarse a Jesús, a acudir a su presencia para poder entender.Jesús lo descolocó diciéndole que debía nacer de nuevo. ¿Cómo puedo nacer de nuevo siendo viejo? Pero Jesús lo que le pide es un cambio de mentalidad, de mirada, de forma de entender las cosas y de vivir. Hay que dejar que el Espíritu nos renueve por dentro y para eso tenemos que abandonar nuestras verdades absolutas e inmutables y estar dispuestos a escuchar su palabra, sus mociones.También nosotros tenemos que visitar a menudo al Señor como Nicodemo y abrir los oídos a su palabra, aunque a veces quedemos descolocados por lo que nos diga. También nosotros vivimos en la noche de nuestras ‘verdades’, a veces tan poco cristianas. Es en la relación íntima con Jesús, en el ponernos a sus pies y a su escucha, que podremos comprender sus caminos y seguirlo. En el silencio de la noche Jesús espera que nos atrevamos a acercarnos a él para ir moldeando nuestro corazón.
MÁXIMAEscuchemos a Jesús
Si estuviera cerca de ti, podría darte consejos en detalle, pero Dios suplirá lo que yo no digo, si tienes cuidado de escucharlo en la meditación, porque es allí donde habla al corazón. Acoge con un corazón humilde y dócil todas las inspiraciones de su gracia. (Al Hno. Liguori, 1 diciembre 1846)
Te he preguntado, Señor,qué es lo que quieres de mí,cómo te puedo agradar,cómo te puedo servir.Quiero entregarte mi amormis dones y mi existir.Hoy me quiero consagrarser solamente de ti.Y hablaste, hablaste,por mi nombre me llamaste.Ya escuché tu voz,ya escuché tu voz,algo que resuena en todo mi interior,algo que me dice: “ven y sígueme,pescador de hombres yo te quiero hacer”.Ya escuché tu vozya escuché tu voz,algo que resuena en todo mi interior:Serás luz del mundo;yo te enviaré.Ven, no tengas miedo, yo te sostendré.Ya escuché tu voz; ya escuché.¿Qué quieres de mí, Señor?