3º domingo de Pascua

Hechos 5, 27-32.40b-41  
Salmo 29, 2.4-6.11-12a.13b  
Apocalipsis 5, 11-14  

Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades.
Sucedió así: estaban junto Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le respondieron: Vamos también nosotros». Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: Muchachos, ¿tienen algo para comer? Ellos respondieron: No.
Él les dijo: Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán.
Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.
El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto y se tiró al agua.
Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan.
Jesús les dijo: Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar.
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.
Jesús les dijo: Vengan a comer. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Quién eres?, porque sabían que era el Señor.
Jesús se acercó, tomó el pan y se los dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Ésta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.
Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Él le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis corderos.
Le volvió a decir por segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Él le respondió: Sí, Señor, sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.
Le preguntó por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras.
De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: Sígueme.

Este texto es el epílogo del evangelio de Juan y un relato de aparición pascual (revelación) estructurado sobre un relato de milagro. El relato se expresa en un lenguaje de revelación, lenguaje muy utilizado en el evangelio de Juan. La aparición del resucitado debe ser comprendida como un acto de revelación divina.

Los discípulos nombrados son 7 y 7 es número simbólico y expresa totalidad. Todos ellos han vuelto a Galilea para retomar su actividad de pescadores. Volvieron al terreno conocido, volvieron a sus rutinas. Volvieron porque no sabían cómo seguir. No sabían qué hacer. El golpe fue grande y casi los hizo desistir. Necesitan ser nuevamente convocados al seguimiento, necesitan ser confirmados en su vocación. La pesca nocturna ha sido infructuosa y este fracaso permitirá la intervención del resucitado, que adopta la forma de un milagro, para ponerlos nuevamente en camino tras él.

El texto de la primera lectura da cuenta que la tarea de re-convocarlos no fue en vano, pues en Jerusalén los encontramos dando testimonio abiertamente de Jesucristo y alegrándose de tener que padecer por su Maestro, con la clara premisa de obedecer a Dios, antes que a los hombres (las autoridades eran hombres).

La dificultad para reconocer a Jesús connota con la identidad pascual de Cristo: es el Jesús terrestre y sin embargo hay algo diferente de él. Toda la dinámica del relato consiste en mostrar cómo esta identidad velada va a ser descubierta sucesivamente por el discípulo amado, por Pedro y por el grupo de discípulos.
El resucitado es el que toma la iniciativa. Va hacia ellos. Los interroga preguntando si tienen algo para comer, no para él, pues no lo necesita, sino para ellos.  

Los discípulos, que no han reconocido a su maestro, no tienen nada para compartir. No tienen nada que ofrecer para comer. El resucitado viene en su ayuda. Con obedecer a su mandato, se pasa de la pesca infructuosa a la pesca abundante (la abundancia es EL SIGNO en las bodas de Caná y en la multiplicación de los panes de la generosidad de Dios). Cristo resucitado es aquél que continúa alimentando a los suyos e invitándolos una vez más al seguimiento. La Iglesia es alimentada por el Señor y enviada en misión.

El discípulo amado, como otras veces en el evangelio, es el intérprete privilegiado y el creyente ejemplar. Es el primero en reconocer en el misterioso personaje de la orilla al Señor. Sólo la mirada de fe permite percibir su presencia en el tiempo postpascual. Los discípulos están viviendo un tiempo de reeducación de su mirada. El reconocimiento es desde la luz aportada por la fe.

Pedro, conducido por el discípulo amado, se viste y se lanza al agua movido por su celo impetuoso y va al encuentro del Señor. La imagen de Pedro arrastrando las redes llenas de peces a tierra, expresa su responsabilidad en la misión.

Nosotros, estamos invitados a reconocernos en la barca de los discípulos, enfrentados a una pesca infructuosa pero invitados a confiarnos a la palabra del Señor, él único capaz de darnos en abundancia lo que necesitamos. Nosotros, al igual que los discípulos, tenemos necesidad del discípulo amado para que nos ayude a reconocer al Maestro y del pastor, Pedro, para que nos conduzca a su encuentro.

La triple respuesta positiva de Pedro al interrogatorio público de Cristo deja claro que Pedro aprendió, en su propia humanidad, lo que implica el seguimiento de su Maestro y a éste confirmarlo en la misión de pastor. La responsabilidad no es confiada a Pedro en función de su mérito o capacidades. Es, precisamente, al renegado perdonado y rehabilitado que Cristo le confía la responsabilidad del pastoreo. El discípulo está preparado para cargar con su cruz y seguir al Maestro hasta las últimas consecuencias.
‘Tú, sígueme’, es una nueva llamada al seguimiento. Esta nueva llamada recrea el ser discípulo-misionero con la fuerza del amor. En el seguimiento hay momentos en los que uno debe ir allí donde no quiere, allí donde otros le llevan, a la cruz, pues no hay seguimiento real sin cruz.

Jesús y los discípulos
De una forma u otra Jesús busca confirmar a los suyos en la fe, los visita, se les aparece, come con ellos, los sorprende, les propone experiencias para que conectan con la primera llamada. Los acompaña y los sostiene en el difícil proceso de la fe. La tentación a volver a lo conocido por parte de los discípulos está presente, pero el discreto actuar del maestro hace que la relación no se enfríe y los confirma a todos en el amor, en la persona de Pedro.

Los discípulos entre ellos
Pedro es la cabeza del grupo y ejerce el liderazgo a su estilo. Poco a poco va creciendo en humildad, capacidad necesaria para servir. Fue el de la iniciativa, el que se tiró al agua, que se subió a la barca por unos pescados para poner al fuego y por último será con quien dialogue Jesús preguntándole 3 veces y si lo ama y confirmándolo otras 3 como pastor.


Ánimo pues, no teman, Dios estará con nosotros. Estrechen cada vez más los lazos que les unen a Él, ámenle cada día más.(S VII p. 2230).

Tú has venido a la orilla.
No has buscado ni a sabios ni a ricos.
Tan sólo quieres que yo te siga.

Señor, me has mirado a los ojos,
sonriendo has dicho mi nombre.
En la arena he dejado mi barca:
Junto a Ti buscaré otro mar.

Tú necesitas mis manos,
mis cansancios que a otros descanse,
amor que quiera seguir amando.

Tú sabes bien lo que tengo:
En mi barca no hay oros ni espadas,
tan sólo redes y mi trabajo.

Tú, pescador de otros mares,
ansia eterna de almas que esperan,
amigo bueno que así me llamas.