San Hilario

Hechos 6, 8-15  
Salmo 118, 23-24.26-27.29-30  

Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en la única barca que había allí, sino que ellos habían partido solos.
Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias.
Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban en el lugar donde el Señor había multiplicado los panes, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: Maestro, ¿cuándo llegaste?
Jesús les respondió: Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es Él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello.
Ellos le preguntaron: ¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?
Jesús les respondió: La obra de Dios es que ustedes crean en Aquél que Él ha enviado.

El evangelista nos invita a reflexionar a partir del relato de los panes, y en esa reflexión juega con el doble sentido de las palabras, como en otros encuentros con Nicodemo o la Samaritana. Nos hace preguntarnos: ¿Qué tipo de alimento buscamos realmente? ¿El que sólo satisface y perece, o aquel que nos llena y perdura en el tiempo? Es una invitación a centrarnos en lo que realmente importa en nuestra fe: creer en Jesús, el enviado del Padre, que nos revela el camino de la vida verdadera.

Quizá la pregunta más profunda para quienes seguimos a Dios sea: ¿Qué es lo que Él realmente desea de nosotros? La respuesta no está solo en seguir reglas o normas, aunque estas hayan ayudado a crecer en moralidad en nuestras comunidades. La verdadera respuesta va más allá: Dios quiere que creamos en su enviado, en Jesús, porque en esa fe encontramos nuestra verdadera identidad. Actuar con sabiduría significa vivir en sintonía con el ejemplo de Jesús, dejando de lado nuestro ego y confiando en el Testigo, en Jesús mismo.

Como nos enseñaría San Alberto Hurtado, podemos preguntarnos: ¿Qué haría Jesús en mi lugar? Busquemos ese alimento que perdura, ese que sólo Jesús puede darnos. Porque en Él encontramos la verdadera vida, la que llena nuestro corazón y nos hace caminar con esperanza y amor.


MÁXIMA
Busca a Jesús
; él es la vida.


Pero no dejemos de entrar en detalles y de comparar los sentimientos de Jesús con los nuestros, nuestra conducta con la suya. (Retiro a la congregación de Saint-Méen)

Quiero hablar de un amor infinito
que se vuelve niño, frágil.
Amor de hombre humillado.
Quiero hablar de un amor apasionado.

Con dolor carga nuestros pecados,
siendo Rey se vuelve esclavo.
Fuego de amor poderoso,
Salvador, humilde, fiel, silencioso.

Amor que abre sus brazos de acogida.
Quiero hablar del camino hacia la vida.
Corazón paciente, amor ardiente.
Quiero hablar de aquél
que vence a la muerte.

Quiero hablar de un amor generoso
que hace y trae amor a todos,
buscándonos todo el tiempo,
esperando la respuesta al encuentro.

Quiero hablar de un amor diferente,
misterioso, inclaudicable;
amor que vence en la cruz,
Quiero hablar del corazón de Jesús.