Entremos en la escuela de San José… Como él, formemos familia con Jesús y María… Si, siguiendo su ejemplo vivimos, oramos, trabajamos y sufrimos, progresaremos rápidamente en la virtud. (H. Etienne, Superior General, Circular nº 206, Devoción a San José, p. 520)
Salve, custodio del Redentory esposo de la Virgen María.A ti Dios confió a su Hijo,en ti María depositó su confianza,contigo Cristo se forjó como hombre.Oh, bienaventurado José,muéstrate padre también a nosotrosy guíanos en el camino de la vida.Concédenos gracia, misericordia y valentía,y defiéndenos de todo mal. Amén.
Cuando José, el carpinterosupo que iba a ser papálevantó a María en brazospara ponerse a bailar.Nadie puede imaginarlo hermosa que era María:Una perla en cada oreja,hay mucha bibliografía.Todo iba de maravillaen el hogar de José.No se hablaba de otra cosaque del próximo bebé.Mirando las estampitasnadie puede imaginarque el esposo de Maríaera capaz de bailar.Por la noche conversabancómo lo iban a llamar:A él le gustaba Jesús,a ella le daba igual.La dicha se interrumpió,afirman las Escrituras,al mismo tiempo que Herodesdecretó la mano dura.Se mandaron a mudar.Vendieron lo que tenían.Ni siquiera se salvaronlas dos perlas de María.Mirando las estampitasnadie puede imaginarque el esposo de Maríaera capaz de pelear.Parecían dibujitosatravesando el desierto,los dos a punto de entraren el Nuevo Testamento.Dormían a cielo abierto,muchas veces no comían.Él le daba calorcitocon la mano en la barriga.Terminaron en Belén,en un pueblo de cien ovejas,un pesebre, luna llenay un montón de casas viejas.La soledad del lugar,los dolores de María.José golpeaba las puertaspero nadie las abría.Mirando estampitasnadie podría decirque el esposo de Maríaera capaz de rugir.Por un lado la fatiga,por el otro el embarazo.José se enfrentó al pesebrey lo abrió de un rodillazo.Esto es música, señores,esto es puro sentimiento:Un hombre y una mujercompartiendo un nacimiento.Mirando las estampitasnadie puede imaginarque el esposo de Maríaera capaz de llorar.
Antífona 1:José ha sido llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad.
Salmo 103Himno al Dios creador
Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Extiendes los cielos como una tienda, construyes tu morada sobre las aguas; las nubes te sirven de carroza, avanzas en las olas del viento; los vientos de sirven de mensajeros; el fuego llameante, de ministro. Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás; la cubriste con el manto del océano, y las aguas se posaron sobre las montañas.De los manantiales, sacas los ríos, para que fluyan entre los montes; en ellos beben las fieras de los campos, el asno salvaje apaga su sed; junto a ellos habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto. Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda; haces brotar hierba para los ganados, y forraje para los que sirven al hombre. Él saca pan de los campos, y vino que le alegra el corazón; y aceite que da brillo a su rostro, y alimento que le da fuerzas. Se llenan de savia los árboles del Señor, los cedros del Líbano que El plantó: allí anidan los pájaros, en su cima pone casa la cigüeña. Los riscos son para las cabras, las peñas son madriguera de erizos. Hiciste la luna con sus fases, el sol conoce su ocaso. Pones las tinieblas y viene la noche, y rondan las fieras de la selva; los cachorros rugen por la presa, reclamando a Dios su comida. Cuando brilla el sol, se retiran, y se tumban en sus guaridas; el hombre sale a sus faenas, a su labranza hasta el atardecer. Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas. Ahí está el mar: ancho y dilatado, en él bullen, sin número, animales pequeños y grandes; lo surcan las naves, y el leviatán que modelaste para que retoce. Todos ellos aguardan a que les eches comida a su tiempo: se la echas, y la atrapan; abres tu mano, y se sacian de bienes. Escondes tu rostro, y se espantan; les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y las creas, y repueblas la faz de la tierra. Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras, cuando Él mira la tierra, ella tiembla; cuando toca los montes, humean. Cantaré al Señor, tocaré para mi Dios mientras exista: que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor. Que se acaben los pecadores en la tierra, que los malvados no existan más. ¡Bendice, alma mía, al Señor!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2:Tal ha sido también la obediencia de Abraham y de San José; y lo es la de todos los santos religiosos cuyos modelos son esos santos. (Hno. Cipriano Chevreau, Circular Nº 30)
Salmo 1Los dos caminos del hombre
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin. No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. En el juicio los impíos no se levantarán, ni los pecadores en la asamblea de los justos; porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.
La grandeza de san José consiste en el hecho de que fue el esposo de María y el padre de Jesús. En cuanto tal, «entró en el servicio de toda la economía de la encarnación», como dice san Juan Crisóstomo.San Pablo VI observa que su paternidad se manifestó concretamente «al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio al misterio de la Encarnación y a la misión redentora que le está unida; al haber utilizado la autoridad legal, que le correspondía en la Sagrada Familia, para hacer de ella un don total de sí mismo, de su vida, de su trabajo; al haber convertido su vocación humana de amor doméstico en la oblación sobrehumana de sí mismo, de su corazón y de toda capacidad en el amor puesto al servicio del Mesías nacido en su casa» (Patris Corde nº 1)
Antífona:Jesús vio la ternura de Dios en José: «Como un padre siente ternura por sus hijos, así el Señor siente ternura por quienes lo temen» (Sal 103,13).
Bendito es el Señor
Bendito es el Señor, nuestro Dios,que visita y redime a su pueblo.Su presencia está viva en nosotrossu promesa perdura en el tiempo.Él será salvador de los hombresnos libera de toda opresión,manteniendo vigente en nosotrosla palabra que él mismo nos dio.El Señor quiere vernos alegressin tristeza, ni pena o dolor,quiere hacer una tierra más justaque le sirva cantando su amor.Tú serás elegido el profetaque prepare el camino del Señor,proclamando que viene a salvarnosanunciando a los hombres perdón.Nacerá un nuevo sol en el cieloy su luz a nosotros vendrá.Guiará al que vive entre sombraspor un nuevo sendero de paz.
A cada intención respondemos:
San José, intercede por nosotros
-. Por la comunidad humana que con su trabajo diario embellece la Casa Común.-. Por las familias que tienen que migrar en búsqueda de mejores condiciones de vida.-. Por los educadores para que acompañen con cariño y cercanía los procesos educativos de sus estudiantes.-. Por la familia menesiana para que sea generadora de comunión como lo fue San José.-. Por cada uno de nosotros para que tengamos gestos de ternura los unos con los otros.-. Por los jóvenes formandos de la Congregación, para que a ejemplo de San José se trabajen en el espíritu de familia y de corresponsabilidad en la construcción de la comunidad.-. Por las nuevas vocaciones menesianas para que San José interceda por ellas, las cuide y proteja.
San José, modelo nuestro por tu fe, tu pureza, tu vida oculta de trabajo, tu tierno amor a Jesús y María, concédenos tu protección de padre; ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte; obtén para nosotros la gracia de imitar tus virtudes aquí abajo para compartir contigo la bendita eternidad. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén