Hechos 9, 1-20 Salmo 116, 1-2
Jesús dijo: Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo.Los judíos discutían entre sí, diciendo: ¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?Jesús les respondió: Les aseguro que, si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente.Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm.
Señor, dame hoy especialmente tu gracia para poder comprender un poquito este misterio de amor que es la Eucaristía. Y digo misterio porque lo que menos podíamos imaginar nosotros los humanos es que pudieras tener esta idea tan grande, tan generosa, tan enorme de poder estar siempre con nosotros a pesar de tu ida al Padre. Es un misterio de amor. Y el misterio se acepta y no se discute. ¡Gracias, Señor!
Ante una promesa tan fantástica de Jesús al inventar el modo de permanecer siempre con nosotros, los judíos se ponen a discutir. ¿Cómo puede ser esto? San Agustín les diría: “Dame un corazón que ame y entenderán lo que digo”. Lo lógico, lo razonable, es objeto de la razón, pero el amor no tiene lógica. Por eso dirá Pascal: “El corazón tiene razones que la razón no comprende”. Si Dios se hubiera guiado por la lógica de la razón no tendríamos ni Encarnación, ni Redención, ni Eucaristía. Afortunadamente para nosotros Dios se ha guiado siempre por la lógica del amor. Y una de las características del amor es que “el amor no se va, el amor se queda”. Se fue al cielo y se quedó con nosotros a través de la Eucaristía. Y se quedó de la manera que mejor pudiera demostrarnos todo lo que nos quería. Porque existe el amor de padres, de hermanos, de amigos, de esposos. Pero con ninguno de estos amores se puede llegar a una intimidad tan grande como con el alimento. Cada uno de nosotros puede decir con San Pablo: “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal. 2,20).
Después de haber meditado en la enormidad de tu amor, sólo me queda una palabra que decirte: “Gracias”. Y la quiero decir no sólo con el alma sino también con el corazón; y no sólo con el corazón sino “con todo el corazón” de modo que no haya ni una partícula en mi ser que no vibre ante Ti, en adoración, en alabanza y en acción de gracias.
MÁXIMAJesús nos da su Vida
Recibirán con un corazón lleno de amor el cuerpo y la sangre de Jesucristo. Él les dará su paz, no como la da el mundo, esta paz inefable que sobrepasa todo sentimiento y que es el gozo anticipado y el alma de esta paz eterna. (Apertura de un retiro)
Cada una de mis faltaslas cubres con tu gracia.Me regalas esperanzacada mañana, cada mañana.Eres sin igual, me encontró tu luz.Todo lo dejo atrás,quiero ser como Jesús.Eres sin igual, me encontró tu luz.Todo lo dejo atrás,quiero ser como Jesús,quiero ser como Jesús.Cada día me asombrascon tu eterna gloria.Tú eres quien calma mi alma,eres mi ancla, eres mi ancla.Quiero ser como Jesús.Me adoptó, su hijo soy.Su voz a casa me llamó,mi corazón él transformo.Le seguiré, no pararé.Me adoptó, su hijo soy…