San Isidro, labrador

Hechos 13, 13-25  
Salmo 88, 2-3.21-22.25.27  

Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía. Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican.
No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que se cumpla la Escritura que dice: El que comparte mi pan se volvió contra mí. Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy. Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me envió.

Desde hoy y durante tres semanas la Iglesia nos invita a reflexionar sobre la larga charla de Jesús con sus discípulos, que Juan ubica en la última cena, el día antes de morir y después de lavarle los pies. Va desde el capítulo 13 al 17.

En nuestra vida tenemos conversaciones y conversaciones: algunas son para pasar el rato, sin trascendencia y otras se sumergen en el meollo de la vida. Ésta es una de estas últimas. Imaginemos el momento, los sentimientos, las miradas cargadas de preguntas. Miremos a Jesús que ya conoce lo que le va suceder, a Judas que ya sabe que lo va a traicionar, a los demás que quieren comprender qué está pasando.

Jesús se toma el tiempo para charlar con ellos y darles sus últimas enseñanzas. No apura el momento. Acaba de lavar los pies de sus amigos y quiere que ellos hagan lo mismo. Y ese mandato también va para nosotros que lo queremos seguir. Es el servicio el distintivo del cristiano, no los cargos que ocupe, los rezos que haga, las ceremonias que celebre.

Tenemos aquí una nueva ‘bienaventuranza’: “Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican”. No sólo seguimos a Jesús en lo intelectual, no sólo sabemos de su enseñanza. También es fundamental la práctica, el vivir como Él quiere. Esto que parece tan simple, a veces se nos complica mucho. Y se complica cuando las cosas no salen como queremos, cuando, como Jesús en este momento, vivimos en carne propia el desprecio, la incomprensión, la traición. Él está frente a un Judas que sabe que lo va a vender por plata y aun así sigue con su plan de entrega total.

Quedémonos con la idea que Jesús es nuestro Señor, nuestro Dios, que no se impone por su poder, sino por su servicio. Todo lo que hizo Jesús fue para darnos Vida y Vida en abundancia. Hagamos nosotros lo mismo.


MÁXIMA
Felices los que viven como Jesús quiere
.


No tengamos más que un solo corazón para repetir que somos los servidores de Jesús; y si somos expuestos a algunas pruebas, alegrémonos, porque nos espera una gran recompensa en el cielo.

Óyeme, mi niña, escucha hoy mi voz,
que te veo cenicienta y gris.
He venido a recordarte mi calor,
sé que aún mi llama arde en ti.

Recuerda que soy Yo
quien te vio y te escogió.
Recuerda cómo te rescaté;
cómo la muerte toda yo la traspasé.
Recuerda: Yo todo lo salvé.

Óyeme, Iglesia, escucha hoy mi voz,
hay tanto trabajo por hacer.
Ánimo, despiértate, levántate,
toma mi toalla y cíñete.

No importa si eres tartamuda,
Yo seré quien hable en ti;
fíate de mí.
Hambrientos claman pan,
justicia y verdad.
No esperes más,
consuela, acompaña, ama…
y vivirás.