5º Domingo de Pascua

Hechos 14, 21b-27
Salmo 144, 8-13a
Apocalipsis 21, 1-5a

Durante la última cena, después que Judas salió, Jesús dijo: Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.
Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. 
Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros.

Pagola nos dice que: “Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Dentro de muy poco, ya no lo tendrán con ellos. Jesús les habla con ternura especial: «Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes». La comunidad es pequeña y frágil. Acaba de nacer. Los discípulos son como niños pequeños. ¿Qué será de ellos si se quedan sin el Maestro?
Jesús les hace un regalo: «Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a otros como yo los he amado». Si se quieren mutuamente con el amor con que Jesús los ha querido, no dejarán de sentirlo vivo en medio de ellos.
El amor que han recibido de Jesús seguirá difundiéndose entre los suyos. Por eso, Jesús añade: «En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros». 
Lo que permitirá descubrir que una comunidad que se dice cristiana es realmente de Jesús, no será la confesión de una doctrina, ni la observancia de unos ritos, ni el cumplimiento de una disciplina, sino el amor vivido con el espíritu de Jesús. En ese amor está su identidad.
Vivimos en una sociedad donde se ha ido imponiendo la «cultura del intercambio». Las personas se intercambian objetos, servicios y prestaciones. Con frecuencia, se intercambian además sentimientos, cuerpos y hasta amistad. Eric Fromm llegó a decir que «el amor es un fenómeno marginal en la sociedad contemporánea».
La gente capaz de amar es una excepción. Probablemente sea un análisis excesivamente pesimista, pero lo cierto es que, para vivir hoy el amor cristiano, es necesario resistirse a la atmósfera que envuelve a la sociedad actual. No es posible vivir un amor inspirado por Jesús sin distanciarse del estilo de relaciones e intercambios interesados que predomina con frecuencia entre nosotros.
Si la Iglesia «se está diluyendo» en medio de la sociedad contemporánea no es solo por la crisis profunda de las instituciones religiosas. En el caso del cristianismo es, también, porque muchas veces no es fácil ver en nuestras comunidades discípulos y discípulas de Jesús que se distingan por su capacidad de amar como amaba él. Nos falta el distintivo cristiano.
Los cristianos hemos hablado mucho del amor. Sin embargo, no siempre hemos acertado o nos hemos atrevido a darle su verdadero contenido a partir del espíritu y de las actitudes concretas de Jesús. Nos falta aprender que él vivió el amor como un comportamiento activo y creador que lo llevaba a una actitud de servicio y de lucha contra todo lo que deshumaniza y hace sufrir el ser humano”.

Entre los discípulos
Judas acaba de cortar los lazos que lo unían al grupo y en ese momento Jesús invita a que los otros se amen como él los amó. Los llevó al extremo. No se trata de que se amen como pueden ni como quieran, sino como él los amó. Este será el mejor testimonio de discipulado. Si quieres ser discípulo de Jesús ama como él amó, esa es la evidencia mayor.


Ámalos en Nuestro Señor y no ahorres nada para inspirarles su amor (niños). ¡Oh! ¡Cuan queridos te deben ser! ¡Qué felicidad para ti haber sido llamado a ser su padre y su apóstol! Esfuérzate en hacerte digno cada vez más de tan bella y santa misión. Sé el modelo de los excelentes hermanos que parten para ir a unirse a ti: ellos tienen un gran deseo de compartir tus trabajos y tus méritos. (Al H. Émeric, 24-11-44)

Algunos son felices con lo poco que tienen,
y otros no se conforman ni con medio país.
Hay quienes dejan todo sólo por un sueño,
y hay otros que no sueñan, y nada dejarán.
Algunos viven como si la vida fuera una cacería,
y otros que la disfrutan como un regalo de Dios
para amar, para amar, para amar…

Hay quienes son felices repartiendo sonrisas,
y hay otros que no saben ni reír, ni repartir.
Algunos se quejan de cuánto acontece,
mientras otros agradecen tan solo por vivir.
Hay quienes viven siempre calculando
cómo no tener problemas,
y otros transforman sus penas,
en una oportunidad para amar…

Los unos y los otros parecen tan distintos,
pero aunque no son lo mismo,
tienen mucho en común.
En cada pecho vive la presencia infinita,
de Aquél que nos habita,
y aunque nos cueste entender,
hay quienes viven siempre escapando,
del Amor que nos ama,
y otros cada mañana,
eligen vivir para amar …