San Pascual Bailón

Hechos 13, 44-52  
Salmo 97, 1-4
  

Jesús dijo a sus discípulos: Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto.
Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta.
Jesús le respondió: Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré.


“Amar a todos con todas sus consecuencias”
Aunque no se entienda a primera vista, el hecho es quien ama a todos los humanos, y los ama siempre, por eso mismo se hace objeto y motivo de odio. Jesús les dejó a sus seguidores el extraño “mandamiento del amor a todos”. Y ahora nos damos cuenta de quien toma eso en serio y, por tanto, ama a todos de verdad, por eso mismo se hace motivo y objeto de odio. ¿Por qué? ¿Cómo se explica que el amor sin restricciones genere odio y la persecución?
Amar a todos los humanos y amarlos con todas sus consecuencias, es una opción en la vida, que lleva derechamente a soportar el odio de muchos. ¿Por qué? Porque el amor universal no soporta las desigualdades, los sufrimientos, las humillaciones, las privaciones de los derechos fundamentales de las personas. El mandato de Jesús sobre el amor universal lleva consigo soportar el odio, la persecución y la violencia de los más poderosos, de los ricos, de los causantes de las desigualdades y los sufrimientos. Amar a todos es ponerse de parte de quienes son menos apreciados, menos valorados, menos queridos. Por más extraño que parezca, lo que menos quieren los causantes del sufrimiento es que haya personas que creen seriamente en el Evangelio. Y personas, sobre todo, que estén dispuestas a aplicar las exigencias del Evangelio en la sociedad y en la vida de todos y para todos.

Todo esto supuesto, una de las consecuencias más duras, que se sigue de este evangelio, es que la Iglesia y lo hombres de iglesia no hemos tomado suficientemente en serio el Evangelio. Cuando la Iglesia se ve bien aceptada por la sociedad, aceptada, pagada y privilegiada por los poderes públicos, tiene que preguntarse cómo y por qué es tan aceptada por quienes causan tanto dolor a los más débiles, a los más ignorantes, a los más pobres, y a los “sin papeles”. Cuando la Iglesia es privilegiada por la sociedad, nos está diciendo a gritos que no ama a quienes más sufren en la sociedad. Los poderes (políticos y económicos) que privilegian a la Iglesia no lo hacen eso por amor a la Iglesia. Lo hacen para taparle la boca a la Iglesia.


Ahora, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, les pregunto: ¿cuál es la semejanza que hay entre sus vidas y la vida de Jesucristo, su hijo, que se ha convertido en nuestro hermano? ¿Qué respeto tienen de sus enseñanzas? ¿Qué esfuerzos hacen para imitar sus ejemplos? En fin, ¿qué espíritu los anima, el de Dios o el del mundo? Díganlo, ¿son cristianos? (Sermón sobre el bautismo)

Están surgiendo voces escondidas,
están amaneciendo otras verdades.
Se acercan con antorchas encendidas,
iluminando nuestras ciudades.

Son fruto de la paz y de las guerras,
son signo de incalculable valor.
Son hombres y mujeres de esta tierra,
son mis iguales, son lo que yo.

Alégrense los que creen en los demás,
los que se dejan por otros la piel.
Preocúpense los que acumulan bienestar,
los que buscan el poder.
Alégrense los que construyen la Verdad,
los que soñaron un mundo al revés.
Preocúpense los que no quieren dialogar,
los que no saben ceder.

Están subiendo porque somos Norte,
se están quedando porque “aquí es mejor”.
Entraron sin sellar el pasaporte,
pero trajeron su corazón.

No son testigos mudos, sin memoria;
ni son el lastre de nuestra inflación.
Son parte trascendente de la historia.
No son problema, son solución.

Alégrense los que creen en los demás,
los que se dejan por otros la piel.
Preocúpense los que acumulan bienestar,
los que buscan el poder.
Alégrense los que construyen la Verdad,
los que soñaron un mundo al revés.
Preocúpense los que no quieren dialogar,
los que no saben ceder.

Preocúpense, preocúpense
los que “son alguien”… preocúpense.
Preocúpense, preocúpense
los intachables… preocúpense.
Preocúpense, preocúpense
los que no lloran… preocúpense.
Preocúpense, preocúpense
los que atesoran… preocúpense.

Alégrense, alégrense,
los excluidos… alégrense.
Alégrense, alégrense,
los perseguidos… alégrense.
Alégrense, alégrense,
los que confían… alégrense.
Alégrense, alégrense,
los que se fían… alégrense.

Preocúpense los empresarios,
que pagan salarios de risa y de hiel.
Alégrense los voluntarios,
si son solidarios estén donde estén.
Preocúpense los puritanos,
que lavan sus manos cumpliendo la Ley.
Alégrense los compañeros,
que siempre estuvieron, con dudas o fe.
Alégrense los humanistas,
los gays, los artistas, la gente de bien…
Alégrense y hasta la vista,
y perdonen que insista… ustedes también.

Alégrense, alégrense, …