Tratado de Unión


Hechos 25, 13b-21  
Salmo 102, 1-2.11-12.19-20ab  

Jesús se apareció otra vez a sus discípulos a la orilla del lago de Tiberíades. Sucedió así: Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?
Él le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dijo: Apacienta mis corderos.
Le volvió a decir por segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Él le respondió: Sí, Señor, sabes que te quiero.
Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.
Le preguntó por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero.
Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras.
De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios.
Y después de hablar así, le dijo: Sígueme.

Quiero darte gracias porque has puesto el amor como fundamento del cristianismo.
A pesar de ser muy exigente, es lo más esencial en la vida.
En un momento nos puede faltar el pan y el agua; el vino y la sal; la ropa y la vivienda; pero si tenemos amor, podemos salir adelante. Si nos falta el amor nos falta todo.

Me fascina y emociona que sea el mismo Jesús el que me pregunte personalmente a mí: ¿Me amas? Yo creo que soy sincero cuando le digo que sí, como lo era San Pedro. Y esto me produce alegría. Pero me entristece que me lo pregunte “por tercera vez”, porque me hace recordar que ‘por tres veces y más de tres’ yo no le he sido fiel.
Y no es que yo crea que Dios quiere que recuerde mi pasado para humillarme y caminar por la vida con complejo de culpabilidad. ¡Lejos de mí pensar tal cosa de Jesús! Pero lamento – como Pedro- el haber disgustado a un Dios tan bueno y cariñoso para conmigo.
Lo que Jesús exige al primer Papa no es que se doctore en teología en las escuelas bíblicas de Jerusalén, ni que aprenda lenguas o ciencias profanas. Lo que le exige es una triple confesión de amor y humildad que borre su altanería y su soberbia del pasado. “Aunque todos te nieguen, yo no”. Sólo después de esta triple profesión de amor humilde, Pedro está preparado para su misión de pastorear sus ovejas. Entonces ya estará capacitado para dar a sus ovejas ‘hierba tierna’ que las lleve a comprender la ternura de Dios; ‘agua fresca’, para que la Palabra de Dios nunca se haga vieja, sino que mantenga siempre su ‘novedad’; y, sobre todo, ‘compañía del Pastor’. que evite la zozobra y el azoramiento cuando ‘llega la noche’ y las ovejas tengan que atravesar las ‘cañadas oscuras’.

Tú vas conmigo.
Es el momento de guardar silencio.
El mensaje pasa de la cabeza al corazón y se convierte en experiencia vivida, sentida, saboreada.
Gracias, Dios mío, por este regalo de amor.


MÁXIMA
«Señor, tú sabes que te quiero
«


Que el Señor se digne hacer de ustedes hombres según su corazón, entregados a su Iglesia, desprendidos de ustedes mismos, pobres de espíritu, humildes, celosos, dispuestos a emprender cualquier cosa, y a sufrir todo por publicar su palabra, extender su reino y alumbrar en el mundo ese fuego divino que Jesucristo ha venido a traer, ese fuego purificador y vivificador, ese amor inmenso, inenarrable, que es la vida celestial. Están llamados a algo grande; tengan, sin cesar, ante sus ojos esta alta vocación, para trabajar y hacerse dignos de ella.  (Retiro de los Hermanos, S VII, 2297)

Tú has venido a la orilla.
No has buscado ni a sabios ni a ricos.
Tan sólo quieres que yo te siga.

Señor, me has mirado a los ojos,
sonriendo has dicho mi nombre.
En la arena he dejado mi barca:
Junto a Ti buscaré otro mar.

Tú necesitas mis manos,
mis cansancios que a otros descanse,
amor que quiera seguir amando.

Tú sabes bien lo que tengo:
En mi barca no hay oros ni espadas,
tan sólo redes y mi trabajo.

Tú, pescador de otros mares,
ansia eterna de almas que esperan,
amigo bueno que así me llamas.

TRATADO DE UNIÓN

Gabriel Deshayes, cura de Auray, había reunido, desde enero de 1816, a un grupo de jóvenes para dotar a los pueblos pobres de Bretaña de maestros cristianos. Había tenido éxito creciente. Varios pueblos conocían ya la figura de unos jóvenes, huéspedes de las casas curales, vestidos con una particular levita, entregados apasionadamente a la labor de educación cristiana. Juan María de la Mennais, ha sentido las mismas necesidades, con un acento particular de dar el tono y el color de una escuela integral donde, frente a la escuela mutua, la dimensión cristiana impregne toda la educación…
El 6 de junio de 1819, se reúnen Juan María de La Mennais y Gabriel Deshayes y después de 8 días de estar juntos, rezando, reflexionando, firman el «Tratado de Unión», por el que unen sus ideas y sus recursos humanos. Por medio de él, conjuntaban sus esfuerzos para «procurar a los niños de las clases populares, especialmente los de las zonas rurales de Bretaña, maestros sólidamente piadosos.» Así se gestaba la Congregación de Hermanos Menesianos. Con la firma de un documento por el que dos hombres de Dios ponían en común sus intuiciones, sus esfuerzos, arrobas de fe y un puñado menguado de hombres para educar, acompañar, sostener a los jóvenes y esperar con ellos. (H. Josu)