Génesis 15, 1-12.17-18Salmo 104, 1-4.6-9
Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán.¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos?Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.
Jesús, en el Evangelio de hoy, nos invita una vez más al discernimiento, a saber, observar de dónde proceden las motivaciones profundas que nos llevan al obrar. Nos alerta sobre personas que, en lugar de cuidar y velar por el rebaño, buscan su propio interés y beneficio; a estas personas las llama “lobos rapaces”.No siempre es sencillo reconocer a primera vista las motivaciones e intenciones de las personas, pero luego de un tiempo quedan expuestas por sus obras; de allí, que Jesús nos advierta: “Por sus frutos los reconocerán”.El discernimiento de nuestras relaciones es una medición fundamental para vivir el seguimiento de Jesús y su Evangelio: A lo largo de la vida nos vamos encontrando con gente que nos ofrece de todo: placeres, amistad, facilidades, riquezas, sentimientos, diversión, amor, conocimiento, etc. Muchas de ellas son sinceras, pero otras… Debemos saber discernir entre los falsos profetas, entre esos lobos con pieles de cordero y los que verdaderamente nos acercan a Dios. Jesús nos insiste: “El árbol bueno da frutos buenos…al malo se lo corta y arroja al fuego”.El cristiano, discípulo de Jesús, debe tener la sabiduría para discernir y la valentía para optar por el bien y desechar todo lo que daña la propia vida y la vida de la comunidad.MÁXIMAPor los frutos nos reconocerán
Deseando un poco más tarde disculparse de sus errores y sus procedimientos en mi contra, intentó hacerme creer que nunca tuvo la intención de tomar un partido definitivo, sin que yo lo haya aprobado voluntaria y formalmente.Pero esta explicación llega demasiado tarde; está en contradicción con todas sus cartas. Ha escrito y actuado como si no le hubiera hecho una promesa de estabilidad a nadie, aunque sabía muy bien que este compromiso de su parte existía.Así fue que tomó todas las precauciones que pudo para ocultarme sus sentimientos, para esconder su manera de proceder: «Tendré mucho de que lamentarme si otros se enterasen -le dijo al P. Fontaine- si esto llegara a los oídos de nuestro padre, bastaría, creo, para impedir que se rinda a mis deseos». Y un poco más tarde, añadió: «Si Monseñor supiera algo, me gustaría que tuviera la amabilidad de no mencionárselo al padre de la Mennais”. ¿Esto es lealtad, franqueza? ¿Es esto buena fe? … (Al padre Massias, 18-08-1836. Carta 2085. Había firmado un compromiso que no cumplió)
Si no soy capaz de dar mi vida por amor,si no puedo yo entregarme todo a los demás,si al abrir los labios no predico la verdad,soy hoja en el viento, nada soy.Si no puedo amar más que a mi propio corazón,si no entiendo a pleno la palabra caridad,si cuando he caído no hago nada por cambiar,soy grano de arena, nada soy.Tú me transformas, Señor, a cada instante.por ti yo puedo cambiar para salvarme.Dame tu mano y veraz, dame esperanza.Como la lluvia a la flor, tú me haces falta.Soy otro yo, ya lo ves, tengo un nuevo corazón.Tú tienes tantas formas de amar.Ahora junto a ti, yo venzo al odio con perdón,soy fermento nuevo de una gran masa de pan.Sé que has operado el cambio en mi alma para amar.Gracias por amarme; tuyo soy.Ahora sé que debo amar más al pecador, que el cielo se gana día a día en los demás,que yo he de salvarme con mi gran comunidad,que puedo entregarme; tuyo soy.