Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados.Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad.En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza: ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios.Pero Jesús lo increpó, diciendo: Cállate y sal de este hombre.El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos sin hacerle ningún daño.El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: ¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!Y su fama se extendía por todas partes en aquella región.
Vivimos en tiempos donde el mal no siempre grita, pero susurra. Ya no necesita asustarnos con sombras o espantos: le basta con ofrecernos comodidad. Es el espíritu del «no te metas», del «cada uno con lo suyo», del «no es mi problema». Y así, sin grandes escándalos, nos vamos vaciando por dentro.Dios sigue actuando con poder. Hoy, igual que ayer, sigue queriendo liberarnos. Pero nos hemos vuelto expertos en justificar nuestra parálisis: que si no tengo tiempo, que si hay otros que lo hacen mejor, que si total el mundo está muy mal… Y mientras tanto, los espíritus cómodos nos acunan con promesas de tranquilidad a cambio de nuestra indiferencia.Jesús entra a nuestras vidas no solo para sanarnos, sino para despertarnos. Y eso molesta. Nos incomoda que nos muestre nuestra pasividad, nuestras excusas, nuestras medias verdades. Nos asusta que nos invite a mirar al pobre, al triste, al migrante, al que sufre, y a ver en ellos su rostro. Nos da miedo que nos llame a amar de verdad, porque amar cansa, compromete, incomoda.Pero ahí está el desafío: ¿Estamos dispuestos a dejar que Jesús nos incomode? ¿Nos atrevemos a dejar que nos libere de los espíritus del egoísmo y la comodidad? ¿O preferimos seguir bien acomodados, aunque eso implique vivir dormidos?Pidamos a Jesús que imponga su verdad en nuestras vidas y nos saque esos espíritus malignos que nos envenenan y no nos dejan vivir en modo comunidad.
MÁXIMA¡Sánanos, Señor!
¡Ojalá no pongas en el fondo de tu alma más que la paz de Dios y la esperanza de su reino! ¡Ojalá te despegues de la nada para unirte al todo! ¡Ojalá te separes inmediatamente de lo que te será arrebatado en un instante! ¡Ojalá comiences a vivir una vida eterna! (Memorial 90)
Somos llamados como menesianosa ser una familia, todos hermanos.Tenemos un Padreque es amoroso Él es un Dios maravilloso.Tu misericordia es nueva cada día,más grande que los cielos,que el sol del mediodía.¿Cómo no quererte si eres alegría?Tu misericordia transformó nuestra vida.Si hay problemas, no estamos solos,tenemos un Dios que es poderoso.Siempre nos entiende, es amoroso,tenemos un Dios maravilloso.
En los escritos de Juan María de la Mennais que describen la escuela, la educación y la misión del educador, hay un extenso vocabulario que gira alrededor de la imagen del TEMPLO: obra santa, hacer santos, ministerio sublime, discípulos de Jesucristo, herederos de su Reino, sacerdocio, enseñanza, cátedra, alta dignidad, ministros de Dios, Buena Noticia…La escuela es para el educador menesiano un lugar para experimentar la presencia de Dios. La cercanía de los niños y de los jóvenes es la zarza ardiente a través de la cual Dios se le revela.
Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb. Allí se le apareció el Ángel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza. Al ver que la zarza ardía sin consumirse, Moisés pensó: «Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?» . Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: «¡Moisés, Moisés!»«Aquí estoy», respondió él. Entonces Dios le dijo: «No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa “. Luego siguió diciendo: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob». Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a Dios.
Pensar la Escuela templo como la pensaba Juan María…es pensar la escuela como una tierra santa, en la que Dios se hace presente cotidianamente, en el patio, en la sala de profesores, en el aula, en la comunidad externa, en el barrio.
“El aula debe ser un templo donde reine la presencia de Dios y el respeto mutuo.” “Cada niño es un pequeño templo donde habita el Espíritu de Dios.”“Transformen cada rincón de la escuela en un espacio donde se celebre la vida.” “El respeto, la oración y el silencio convierte cualquier aula en templo del Señor.”
Querido Dios, gracias por ser mi refugio y mi fortaleza. Ayuda a que pueda sentirme sostenido en tus manos amorosas, especialmente en momentos de dificultad.Haz que nuestra escuela sea un templo donde se viva la fe, la esperanza y el amor. Queremos encontrarte en cada rincón, en cada persona y en cada situación. Ayuda a que podamos escuchar tu voz en la oración y en cada momento del día.Ayúdanos a que podamos ser instrumentos de tu amor y que podamos compartir tu mensaje de esperanza y alegría con los demás. Gracias por estar siempre con nosotros. Amén.