El santísimo Nombre de Virgen María


1ª Timoteo 1, 1-2.12-14
Salmo 15, 1-2a.5.7-8.11

Jesús dijo a sus discípulos: No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.
Les hizo también esta comparación: ¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo? El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro.
¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo’, tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano!

Hoy Jesús nos hace una serie de advertencias concretas sobre situaciones que ocurrían en su momento y que, después de 2.000 años, siguen ocurriendo.

Somos buenos jueces para los demás, pero nos cuesta ponernos en el banquillo y mirarnos a los ojos. Se dice que llevamos los defectos en una bolsa al hombro: Los demás los ven sin problemas, pero nosotros no. Y no nos sale naturalmente bajar la bolsa y revisarla. Sólo cuando nos ponemos en los zapatos del otro, podemos llegar a comprender lo que vive y por qué hace lo que hace. Pero siempre es más fácil criticar.

Conocida es la figura del “Cura Gatica, que predica, pero no practica”. Todos somos incoherentes de algún modo, aunque normalmente nos rasgamos las vestiduras por las incoherencias ajenas, no por las propias. Carl Jung decía: “todo lo que nos irrita de otros, nos lleva a un mejor entendimiento de nosotros mismos”. Es que, normalmente, lo que nos molesta de los demás, suele ser parte de nuestra manera de actuar. ¡Cuántos luchadores contra la tiranía, que se vuelven tiranos de su pueblo! Por eso es bueno detenernos a ver qué, de lo que critico a los demás, está presente en mi vida.
Y no nos auto graduemos de videntes, porque podemos estar ciegos de nuestra propia ceguera y tener poca idea de lo poco que sabemos.

MÁXIMA
No juzguen y no serán juzgados


No miremos ni a los hombres, ni las cosas, ni los acontecimientos de una manera natural y por tanto engañosa; debemos mirarlos en relación a la eternidad, a la luz de Dios mismo y juzgarlos como Dios los juzga.  (Sobre los medios para conservar los frutos del retiro) 

Nosotros miramos las apariencias,
pero Dios ve el corazón.

¿Y tú qué sabes? ¿Qué sabes de mi silencio?
Dime ¿qué sabes? ¿Qué sabes de mis secretos?
¿Qué descubres en mi mirada?
¿Qué intuyes en mis palabras?
Dime ¿qué sabes? ¿Y tú qué sabes?
¿Qué conoces de mi alegría?
Dime ¿qué sabes?
¿Qué sabes de mi melancolía?
¿Qué conoces de mi poesía?
¿Qué intuyes de mi melodía?
Tú no sabes nada, no sabes nada
No sabes nada.
Entonces ¿por qué me juzgas,
si no sabes nada, no sabes nada?

¿Y yo qué sé? ¿Qué sé yo de tu silencio?
Yo no sé nada, no sé nada de tus secretos
No sé nada de tu poesía.
Qué se yo de tu melancolía.
Yo tampoco sé nada,
yo no sé nada.
Yo tampoco sé nada.
Entonces ¿por qué te juzgo,
si yo no sé nada?

No sabemos nada
Entonces ¿por qué nos juzgamos,
si no sabemos nada,
no sabemos nada?


La fiesta del Santísimo Nombre de María se celebra el 12 de septiembre cada año en la Iglesia Católica. Nacida originalmente en la diócesis española de Cuenca, la celebración se extendió por voluntad de varios pontífices a otras diócesis españolas hasta convertirse en fiesta universal durante el pontificado de Papa Inocencio XI, quien promulgó un decreto en 1685 que reconocía la fiesta del Santísimo Nombre de María como fiesta de toda la Iglesia católica, para conmemorar la alianza firmada el 12 de septiembre de 1683 en Viena, por el emperador Leopoldo I de Austria y el rey Juan III Sobieski de Polonia, unidos contra los turcos que asediaban Viena. Fue en el Santísimo Nombre de María que Viena fue liberada de esta terrible amenaza. Esta festividad honra el nombre de la Virgen María, Madre de Jesucristo, y tiene como objetivo invitar a los fieles a orar por su intercesión para profundizar su amor a Cristo y su relación con Dios. La fecha se eligió para conmemorar los privilegios otorgados a María y las gracias recibidas por su intercesión.