Santa Teresa de Jesús

En aquel tiempo Jesús dijo a los fariseos: ¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas!
¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre los cuales se camina sin saber!
Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: Maestro, cuando hablas así, nos insultas también a nosotros.
Él le respondió: ¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás, cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!

Continuamos hoy acompañando a Jesús en su camino hacia Jerusalén según nos lo presenta el Evangelio según San Lucas.
Con el versículo cuarenta y dos leído hoy se inician una serie de “ayes” dirigidos contra los fariseos, a través de los cuales, el Maestro nazareno les enrostra a los fariseos su hipocresía y vanidad en su forma de vivir la religión. Jesús los acusa de exagerar en el pago de los diezmos aún de las cosas más insignificantes, como la menta y la ruda (lo que no era obligación), pero descuidando lo más importante: la justicia y el amor de Dios; o sea, los culpa de promover una religión de apariencias legales, pero muerta en el corazón.

Hay que saber que Jesús no reprocha, de por sí, el estilo de vida fariseo y su cumplimiento de las leyes bíblicas; lo que les reprocha es su olvido de los mandamientos esenciales.
Por eso el Señor acusa a los fariseos de estar podridos por dentro y, no solamente eso, sino que con su podredumbre contaminan a las personas que caen en sus redes; esto cuando los compara con esos sepulcros que la gente pisa sin ver, contrayendo impureza ritual.

Por último, en el texto de hoy, el Maestro de Nazaret ataca a los Doctores o Maestros de la Ley, los cuales eran expertos en la Ley de Moisés, y los acusa de llenar la práctica religiosa de infinidad de preceptos inútiles, que ellos se excusan de practicar, pero que obligan al pueblo a practicar como una pesada carga, haciendo imposible su salvación.

No pasemos por alto lo más importante que es amar a Dios y a nuestro prójimo. A veces queremos ser reconocidos, aplaudidos, tener buenos lugares. El Señor nos llama a ser auténticos, a hacer el bien y caminar hacia la vida eterna. 
¿Soy consciente de que mi práctica religiosa no debe ser para aparentar, sino para amar?
¿Alguna vez he actuado como los fariseos o como los maestros de la Ley?
¿He comprendido que la religión cristiana es la alegría de la salvación y no la tristeza de las cargas que llevar?


Sépanlo bien, que para ser verdaderos discípulos de Jesucristo es necesario renunciar a esa falsa sabiduría, vana en sus pensamientos, orgullosa en sus discursos que engaña a quienes la escuchan adulándolos, a esa sabiduría impía siempre dispuesta entrar en discusión con Dios, pidiéndole razones de su voluntad y de su misterio».

Ven, Señor, cúbrenos,
con tu suave brisa,
con tu bendición.
Ven, Señor, llénanos,
de tu paz profunda,
de tu inmenso amor.

Somos la iglesia que canta amén.
No callarán nuestras voces, amén.
Digamos gloria a tu nombre, amén.
Sólo tu amor es eterno, amén.
Nos diste vida a tu lado, Amén,
Por tu cruz somos salvados, amén.
Eres el rey por los siglos, amén.
Toda rodilla se dobla ante ti.
Amén, amén, amén, amén.
No callaremos. Somos la iglesia.


Santa TERESA DE JESÚS, también conocida como Teresa de Ávila, nació en 1515 en Ávila, España. Desde joven sintió un gran amor por Dios y a los 20 años ingresó al convento de la Encarnación. Allí comenzó un camino profundo de oración y unión con Dios.
Con el tiempo, vio la necesidad de renovar la vida religiosa y fundó varios conventos de Carmelitas Descalzas, promoviendo una vida sencilla, de oración y pobreza. Fue una gran mística y escribió libros espirituales muy importantes, como El libro de la vida y Camino de perfección.
Además de ser una gran santa y reformadora, Santa Teresa de Jesús tuvo experiencias místicas muy profundas, como visiones y éxtasis, que fortalecieron su fe y la de muchos. Fue una mujer muy valiente para su tiempo: viajó por toda España fundando conventos, enfrentando críticas y dificultades con firmeza y alegría. Destacó por su sentido del humor y su cercanía con la gente. Es conocida su poesía que dice: “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa; Dios no se muda…”
Murió en 1582 y fue canonizada en 1622. En 1970 fue proclamada Doctora de la Iglesia por su sabiduría espiritual.