Se acercaron algunos fariseos que le dijeron: Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte.Él les respondió: Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado. Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos y tú no quisiste!Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el viene en nombre del Señor!
En este pasaje, Jesús se nos revela como un hombre libre y fiel a su misión. No se deja dominar por el miedo ni por las amenazas de poder; no se esconde ni se aparta del camino:“Hoy y mañana expulso demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado.” Estas palabras muestran la fuerza interior de Jesús, su fidelidad total al plan del Padre. Sabe que su vida tiene un rumbo trazado por el amor, no por el temor.Jesús no vive improvisando ni reacciona desde el miedo; vive desde la conciencia profunda de su misión: sanar, liberar, anunciar la misericordia de Dios. Por eso sigue su camino, aunque ese camino pase por el sufrimiento y la cruz.Luego, su tono cambia. Jesús llora por Jerusalén. No es el llanto de un derrotado, sino de quien ama profundamente y ve cómo su amor es rechazado.“¡Jerusalén, Jerusalén!… ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, y tú no quisiste!”Aquí se revela la ternura de Dios, su amor maternal, protector y paciente. Pero también el drama de la libertad humana: Dios no fuerza a nadie a amarlo. Respeta incluso nuestra negativa.Esta escena nos invita a mirar nuestro propio corazón:¿También nosotros no escuchamos a Dios? ¿También por nosotros llora Jesús?A veces el Señor nos llama a volver a Él, a recomenzar, a confiar. Pero como Jerusalén, cerramos las puertas por miedo, por orgullo o por cansancio.Y, sin embargo, Jesús no se cansa. Sigue caminando. Sigue viniendo a nosotros. Su amor no se apaga por el rechazo, sino que se vuelve más profundo, más compasivo.
Él nos ama con el mismo amor con que ama a su propio Hijo. Todos sus tesoros y todos sus bienes son nuestros, su herencia es nuestra, su dicha, su gloria serán nuestra parte y nuestra recompensa, con tal que seamos verdaderamente sus hijos, es decir, si nos esforzamos en ser semejantes a él, en ser santos como él es santo. (Renovación promesas del bautismo)
No puedo entender, no puedo evitarQue me ames tanto, tanto, oh JesúsNo puedo entender, no puedo evitarSi lo único que hago es huir de ti.¿Por qué te empeñas tanto en mí, Señor?¿Por qué me buscas solo a mí?¿Por qué me amas siendo tal como soy?¿Por qué me insistes si la espalda te doy?¿Por qué sufriste en la cruz por mí?Y ¿por qué tuviste que morir, oh no?¿Por qué te hiciste hombre siendo Dios?Y soportaste golpes sin razón.¿Por qué me amas siendo un pecador?Y me ofreces vida y salvación.¿Por qué me amas tanto?¿Por qué me amas tanto?No puedo entender,no puedo evitar.Y aunque trate de escondermeTú me encontrarás.No puedo entender,no puedo evitar.Harás todo lo imposible porque vuelva a ti.¿Por qué te empeñas tanto en mí, Señor?¿Por qué me buscas sólo a mí?