Beato Santiago Alberione

Jesús les dijo a sus discípulos: Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en cielo.
Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.
Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.

En el evangelio de hoy, que es la continuación del discurso iniciado ayer, Jesús enumera una señal más para ayudar a las comunidades a situarse en los hechos y a no perder la fe en Dios, ni el valor para resistir contra los embates ante un contexto adverso.

Lucas nos recuerda que ser discípulos de Jesús no es un camino fácil ni agradable; nuestra recompensa no es en la tierra sino en el cielo. La persecución no es una fatalidad, ni puede ser motivo de desaliento o de desesperación; hay que considerarla como una oportunidad, ofrecida por Dios, para que las comunidades lleven a cabo la misión de testimoniar con valor la Buena Noticia de Dios.

El Papa Francisco nos ha dicho al respecto:
“las pruebas y las dificultades forman parte de un designio más grande; el Señor, dueño de la historia, conduce todo a su realización. A pesar de los desórdenes y los desastres que agitan el mundo, el designio de bondad y de misericordia de Dios se cumplirá. Y esta es nuestra esperanza: andar así, por este camino, en el designio de Dios que se realizará. Es nuestra esperanza. Este mensaje de Jesús nos hace reflexionar sobre nuestro presente y nos da la fuerza para afrontarlo con valentía y esperanza, en compañía de la Virgen, que siempre camina con nosotros”.


Por la esperanza nos liberamos de la tiranía de los sentidos y gozamos ya de los bienes invisibles que Dios nos promete. Esta virtud celestial nos eleva por encima de la tierra, eleva nuestros deseos hasta el cielo. (A los hermanos)

Nada te turbe,
nada te espante.
Todo se pasa.
Dios no se muda.

La paciencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene
nada le falta.


SANTIAGO ALBERIONE (1884-1971) fue un sacerdote italiano, fundador de una gran familia religiosa dedicada a la evangelización a través de los medios de comunicación. Nació en San Lorenzo di Fossano, Italia, en una familia campesina profundamente cristiana. Desde joven sintió el llamado al sacerdocio y entró al seminario. Durante una noche de adoración eucarística, entre 1900 y 1901, tuvo una experiencia espiritual profunda que marcó su vida: comprendió que Dios lo llamaba a servir con nuevas formas de apostolado para el nuevo siglo.
Ordenado sacerdote en 1907, se dedicó a la evangelización utilizando la prensa, convencido de que los medios modernos eran caminos providenciales para anunciar el Evangelio. En 1914 fundó la Sociedad de San Pablo, primera congregación de lo que más tarde sería la Familia Paulina, que hoy está presente en todo el mundo. Con el paso de los años fundó otras congregaciones: entre ellas las Hijas de San Pablo, las Pías Discípulas del Divino Maestro, las Hermanas Pastorcitas, y los Institutos Seculares Paulinos, entre otros.
Alberione veía los medios de comunicación—prensa, cine, radio, televisión—como verdaderos “púlpitos modernos” desde los cuales llevar el mensaje de Cristo a todos. Escribió numerosos libros, promovió la formación integral de sus religiosos y religiosas, y vivió una profunda espiritualidad centrada en Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida.
Murió en Roma el 26 de noviembre de 1971. Fue declarado Beato por el Papa Juan Pablo II en 2003, quien lo llamó “apóstol de los medios de comunicación”.