Santa Catalina de Alejandría

Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.
Ellos le preguntaron: Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va suceder?
Jesús respondió: Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: Soy yo, y también: El tiempo está cerca. No los sigan.
Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin.

Los profundos cambios socioculturales que se están produciendo en nuestros días y la crisis religiosa que sacude las raíces del cristianismo en occidente, nos han de urgir más que nunca a buscar en Jesús la luz y la fuerza que necesitamos para leer y vivir estos tiempos de manera lúcida y responsable.

En ningún momento augura Jesús a sus seguidores un camino fácil de éxito y gloria. Al contrario, les da a entender que su larga historia estará llena de dificultades y luchas. Es contrario al espíritu de Jesús cultivar el triunfalismo o alimentar la nostalgia de grandezas. Este camino que a nosotros nos parece extrañamente duro es el más acorde a una Iglesia fiel a su Señor.
En momentos de crisis, desconcierto y confusión no es extraño que se escuchen mensajes y revelaciones proponiendo caminos nuevos de salvación.

Estas son las consignas de Jesús:

  • En primer lugar, «que nadie los engañe»: no caer en la ingenuidad de dar crédito a mensajes ajenos al evangelio, ni fuera ni dentro de la Iglesia.
  • Por tanto, «no vayan tras ellos»: No seguir a quienes nos separan de Jesucristo, único fundamento y origen de nuestra fe.

Cada generación cristiana tiene sus propios problemas, dificultades y búsquedas. No hemos de perder la calma, sino asumir nuestra propia responsabilidad. No se nos pide nada que esté por encima de nuestras fuerzas. Contamos con la ayuda del mismo Jesús: “Yo les daré palabras y sabiduría”. Incluso en un ambiente hostil de rechazo o desafecto, podemos practicar el evangelio y vivir con sensatez cristiana.
Los tiempos difíciles no han de ser tiempos para los lamentos, la nostalgia o el desaliento. No es la hora de la resignación, la pasividad o la dimisión. La idea de Jesús es otra: en tiempos difíciles “tendrán ocasión de dar testimonio”. Es ahora precisamente cuando hemos de reavivar entre nosotros la llamada a ser testigos humildes pero convincentes de Jesús, de su mensaje y de su proyecto.
Esta es la exhortación de Jesús para momentos duros: “Gracias a la perseverancia salvarán sus vidas”.


Te exhorto, querido hijo, a que tengas valor y confíes en Dios; él no te ha de abandonar, puedes estar seguro; ocurra lo que ocurra no debes turbarte ni desanimarte por ello: lleva la cruz con amor. Tu recompensa ha de ser hermosa, pues la prueba es dura. Yo procuraré que sea corta.” (Al H. Gerardo, 15 de julio de 1842)

No recibimos el espíritu de Dios
para seguir viviendo esclavos,
sino que hijos adoptivos, el Señor,
nos hizo por su hijo amado.
Y es el espíritu quien hoy
dice en nuestro corazón:
“No tengan miedo de ser santos”.
Él, a su lado, nos llamó
Y, convocados por su amor,
todos unidos le cantamos.

No tenemos miedo, no (4)

Cae la tarde, pierde el día su fulgor
y el miedo crece entre las sombras.
Pero, en la noche, el creyente corazón
espera el brillo de la aurora.
Así, despierto, nuestro amor
espera el mensajero albor
del día que ya está llegando.
Sus centinelas somos hoy,
testigos de ese nuevo sol
que es Jesús resucitado.

Y así, en Cristo alimentamos la esperanza
de construir la civilización del amor.
El amor de Dios inclina la balanza.
Si a nuestro lado está,
¿quién nos podrá enfrentar?

Ya no podemos, por la gracia del Señor,
permanecer indiferentes.
Ya no podemos resignarnos al dolor,
a la miseria, a la muerte.
Dios nos invita a iluminar
con nuestra vida pastoral
las realidades en penumbras.
Y es nuestra apuesta, nuestro plan
de transformar la realidad
con su presencia y con su ayuda.

Si en la balanza de este mundo y su dolor,
más que el amor, pesan las armas;
si manda el dólar,
si la guerra y la opresión
nos acorralan la esperanza,
aún hay oportunidad
para jugarse de verdad,
para no darse por vencido.
Hay un camino que tomar
por los humildes, por la paz
por la verdad de Jesucristo.

Y así, en Cristo alimentamos la esperanza
de construir la civilización del amor.
El amor de Dios inclina la balanza.
Si a nuestro lado está,
¿quién nos podrá enfrentar?


Santa Catalina de Alejandría fue una joven noble y muy culta, nacida en Alejandría (Egipto) hacia finales del siglo III. Se distinguió por su inteligencia, sabiduría y profunda fe cristiana. Según la tradición, conocía filosofía, ciencias y hablaba varios idiomas.
Al enterarse de que el emperador Maximiano perseguía a los cristianos, Catalina lo enfrentó valientemente, defendiendo la fe con argumentos tan profundos que sorprendieron al emperador y a sus sabios. Incluso, varios filósofos enviados para convencerla se convirtieron al cristianismo gracias a su palabra.
El emperador, enfurecido por su firmeza y sabiduría, mandó encarcelarla. Durante su prisión, muchos la visitaban y se convertían por su testimonio; entre ellos, la propia esposa del emperador y algunos soldados. Finalmente, al ver que Catalina no renunciaba a su fe, ordenó que fuera martirizada. Murió decapitada alrededor del año 305.
Santa Catalina es patrona de los filósofos, estudiantes y sabios.