Santa Bibiana

Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo y dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: ¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!

El Tiempo de Adviento tiene como función prepararnos para la celebración de la Solemnidad de la Navidad. Hoy nos corresponde la lectura de un texto del Evangelio según San Lucas, quien nos presenta:

En primer lugar, un himno de alabanza en boca de Jesús, el cual se alegra en el Espíritu. El himno nos muestra tres cosas: la acción del Mesías en favor de los pobres y desheredados, el gozo como característica de este tiempo de Jesús y la acción del Espíritu en la obra del Mesías.

En segundo lugar, Lucas nos presenta una bienaventuranza que nos muestra el carácter excepcional de la misión de Jesús. Esto es porque los profetas y reyes, figuras destacadas de la Antigua Alianza vivieron con la esperanza de ver tiempos mejores, pero no los vieron. En cambio, los discípulos de Jesús son dichosos porque tienen el especial privilegio de ver el cumplimiento de todas las promesasdel Antiguo Testamento.

Comenta San Cirilo: «esto es lo que podemos ver, y dichosos sean nuestros ojos y los de todos los que aman a Cristo. Hemos escuchado su sagrado misterio. Nos ha enseñado las cosas que se refieren a Dios Padre, y nos lo ha mostrado…».   


No tengan nunca otra voluntad que ésta; permanezcan bajo la mano de Dios como niños pequeños, muy humildes, muy dóciles, muy sencillos, que se dejan llevar, levantar, acostar, que son maleables y dispuestos a toda clase de movimientos, y Dios los iluminará, los bendecirá y los recompensará en la eternidad por el bien que han hecho como por el bien que hubieran querido hacer.  (Apertura de retiro)

Como pan pequeño,
como pez chiquito,
en tus manos todo
cobra sentido.

Tú, Jesús, me tomas
con inmensa ternura,
me ofreces al Padre,
me haces bendita.
La tarea toda, el trabajo, el envío,
dará fruto en tu Nombre,
si en tu Nombre lo vivo.

Por tu idioma o tu origen,
¿quién te dijo: «no cabes»?
Aquí, todos distintos,
aquí, todos iguales.
¿Quién no trae de la vida,
alegrías, dolores?
Compartida la mesa,
los haremos manjares.

Terminó la tarea,
recogemos las sobras;
nada hay despreciable,
todo tú lo transformas.
Que aprenda a tu lado
a repartirme contigo,
a ser fuego y abrazo,
¡y a seguir el camino!


Santa Bibiana fue una joven mártir romana del siglo IV, conocida por su firme fe en medio de la persecución. Vivió en Roma durante el tiempo del emperador Juliano el Apóstata, quien intentó restaurar el paganismo y persiguió a los cristianos.
Sus padres, Flaviano y Dafrosa, también eran cristianos y murieron como mártires. Bibiana y su hermana Demetria quedaron solas y fueron presionadas para renunciar a su fe. Demetria murió de manera natural, pero Bibiana fue sometida a torturas para obligarla a abandonar su amor a Cristo. A pesar de los sufrimientos y de los intentos de seducirla y corromperla, ella permaneció pura y fiel.
Finalmente, fue flagelada cruelmente hasta morir, entregando su vida por Jesús. Su cuerpo fue enterrado en Roma, donde luego se construyó una iglesia en su honor.