San Nicolás de Bari

Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias.
Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia.
A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: Vayan a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.

Lo más claro que hay en este relato es que la actividad de Jesús, y la misión que encomendó a sus discípulos, tuvo (y debe seguir teniendo) un eje indiscutible: la preocupación central en la vida por el sufrimiento de enfermos y personas que sufren porque se ven privadas de su dignidad y sus derechos. El relato hace mención de “enfermedades y dolencias” (o equivalentes) tres veces (Mt9,35.36;10,1).

Para comprender lo que esto representa, hay que tener muy claro, ante todo, que una cosa es el hecho del milagro; y otra cosa es el significado de este relato (A. Suhl, U. Luz…) Jesús no quebrantó la “ley natural”. Lo que quebrantó fue el “sufrimiento humano” (H.G. Fritzsche, G. Ebeling). El error de la teología ha sido poner estos relatos al servicio de la cristología y no al servicio de los que sufren en este mundo. Y la Iglesia, fiel a semejante teología, ha llenado bibliotecas con interminables discusiones sobre si los milagros son o no son históricos. Pero, haciendo eso, no se ha centrado en lo que e centro Jesús: en remediar el sufrimiento humano.

Lo más espantoso, que nos apremia en este momento es: 1) la inseguridad en que vivimos. 2) La desigualdad que nos va distanciando cada vez más y más unos de otros. La seguridad social se debilita. Crece la inseguridad social. La clase media se achica. Los ricos son cada vez más ricos. Como cada día hay más pobres. La soledad se hace más presente en la vida de las personas. Los medicamentos, los hospitales, la atención a los enfermos pasan a ser un negocio. La Iglesia no es una ONG.  Pero “su acción caritativa” no remedia estos problemas. Si creemos en Jesús, en lo que hizo y dijo, ¿por qué  nos mantenemos al margen de estos problemas que dan tanto miedo?



Anunciar a los afligidos el fin de sus penas, a los cautivos su liberación, a los enfermos su curación, a los muertos el llamado a la vida, ¿ha habido alguna vez una noticia mejor para llevar a los corazones la alegría y la confianza? (Sermón para anunciar una misión) 

Luz para mis sombras,
luz te pido yo.
Enciende mi mirada
con la luz de tu amor.
Gentes que iluminen,
eso pides Tú,
que alumbren esta tierra,
que prendan con tu luz.

Aquí estoy, Señor, envíame.
Aquí estoy, Señor, aquí estoy.

Sal para mi vida, eso pido yo,
que la monotonía no da ningún sabor.
Gentes como sal, eso pides Tú,
que salen esta tierra, que sean sal y luz.

Paz para mis guerras, eso pido yo;
que el odio no me venza
ni me ciegue el rencor.
Paz para la tierra, eso pides Tú.
Que se abran las fronteras
que separan norte y sur.


San Nicolás de Bari fue un obispo del siglo IV, muy venerado tanto en Oriente como en Occidente. Nació en Patara, (actual Turquía), alrededor del año 270. Desde joven mostró gran fe y caridad, y al quedar huérfano heredó una considerable fortuna que dedicó a ayudar a los necesitados.
Fue elegido obispo de Mira, donde se destacó por su defensa de la justicia, su caridad con los pobres y su celo pastoral. La tradición le atribuye muchos milagros: salvar a marineros en peligro, ayudar a jóvenes pobres proporcionándoles dotes en secreto, y liberar a inocentes injustamente condenados.
Durante la persecución de Diocleciano sufrió prisión por su fe. Después del Edicto de Milán, recuperó su labor episcopal y participó en la defensa de la doctrina cristiana contra la herejía arriana.
Murió alrededor del año 343. En el siglo XI, sus reliquias fueron trasladadas a Bari (Italia), donde se veneran hasta hoy. Su figura inspira la tradición de la generosidad navideña, origen del actual “Santa Claus”.