En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro. No se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y rse fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios lo acompañaba.
Nuevamente el Evangelio nos trae la experiencia de una persona que se alegra de encontrarse con quien tanto esperaba por medio de las profecías. Se trata de Ana que con sus 84 años, ciertamente había visto muchos niños, y sobre todo había contemplado muchas veces la obra de Dios en lo cotidiano.Desde esa sensibilidad del espíritu, desde ese corazón anhelante que aguarda el cumplimiento de las promesas, Ana ve al Niño Jesús. Así, con mirada de fe, contempla a un niño en los brazos de su madre y descubre en él al Salvador del mundo. De este modo la vejez de la mujer aparece como sinónimo de experiencia, del camino recorrido, de la capacidad de distinguir lo trascendente de lo efímero.¡Qué importante y necesaria esa mirada hoy! Sin embargo, hay que destacar que Ana no se queda sólo con una mirada de fe, pues se vuelve además testigo que anuncia: ¡Sí, es verdad, Dios cumple sus promesas!¿Conoces a personas como Ana, que tienen una mirada de fe sobre los acontecimientos de la vida? ¿Tú eres de esas personas?
Por la fe, creemos todo lo que Dios cree, sin tener, es cierto, como él, un conocimiento distinto; pero en fin, abrazamos, en un solo acto todas las verdades que están en Dios; y, cuando se digna revelarnos particularmente alguna, las recibimos con tanta sumisión como reconocimiento, porque no formamos más que un solo espíritu con él. Por la esperanza, nos liberamos de la tiranía de los sentidos y gozamos ya de los bienes invisibles que Dios nos promete; Esta virtud celestial, nos eleva por encima de la tierra, eleva nuestros deseos hasta el cielo. Y si nuestro cuerpo se arrastra aun penosamente en medio de las sombras de este lugar de destierro, por lo menos nuestra alma no la habita; no busca, no gusta de otras delicias que las de la casa del Señor. (A los miembros de la congregación por la consagración a la Santísima Virgen)
Dame tus ojos, quiero ver.Dame tus palabras, quiero hablar.Dame tu parecer.Dame tus pies, yo quiero ir.Dame tus deseos para sentir.Dame tu parecer.Dame lo que necesitopara ser como Tú.Dame tu voz, dame tu aliento,toma mi tiempo es para tiDame el camino que debo seguir.Dame tus sueños, tus anhelos,tus pensamientos, tu sentir.Dame tu vida para vivir.Déjame ver lo que Tú ves.Dame de tu gracia, tu poder.Dame tu corazón.Déjame ver en tu interiorpara ser cambiado por tu amor.Dame tu corazón.Dame lo que necesitopara ser como Tú.Dame tus ojos, quiero ver.Dame tu parecer.